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Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

La clase adversaria

Iglesias tiene un síndrome de púlpito notable: tan elocuente y brillante como incontinente y vacuo

Podemos, a qué negarlo, da mucho juego columnista. No hay semana en que no salga algo bizarro de la boca de sus líderes. A uno, particularmente, le pone mucho su verbo protomarxista, que tanta disonancia te crea: personas tan jóvenes con discursos tan requeteviejos. Esta semana las palabras que ha destilado la joven formación política han tenido naturaleza dialéctica, qué menos entre comunistas declarados: hay bronca interior. Los ciclos de vida afectan a todo de una forma inexorable y subyacente, cosa muy historicista y tal, y no distinguen de ideologías: siendo un partido -o constelación polimórfica de partidos, ramas, localismos y sensibilidades- adolescente, lo normal es sufrir continuas erupciones, secreciones e incongruencias, ¿cuándo si no? Y reproducen a escala acné una máxima no escrita en la política, que se subsume en una frase de Churchill (que como saben perdía el puro por un buen aforismo): "Nuestros adversarios están [en la bancada de] enfrente; nuestros enemigos, aquí detrás", dicen que dijo a un tory novato. Trasladado en tiempo y forma, el adversario de Pablo Iglesias es Íñigo Errejón, y viceversa.

En este fragor asambleario, Iglesias ha reclamado la "feminización de la política", que pretende mutar "los conceptos y formas" de la misma, "alejarse de las instituciones y crear un contexto..."; ahí me perdí. También dijo algo contra la "espectacularización" de la política, otra rimbombancia hueca como agalla de encina, más viniendo de quien adora los espectaculitos parlamentarios con niños de teta o piquitos barbudos. Pero sobre todo, en alarde tal de verbo rojo y alcanforado, encasquetó a la "clase adversaria" los males machistas. La clase adversaria somos usted que lee esto y un servidor, es de temer: "la burguesía", puntualizó. Como si fuéramos trajinadores zaristas, cuando el burgués español es formato hijo de Antonio Alcántara el de Cuéntame. Burgueses frente a ellos, la clase obrera adversaria. Qué antigüedad. El albondigón oral fue culminado con una guinda de lo más burguesa: ese cambio de forma conceptual política hacia la feminización de su oficio, dijo, debe mirarse en "las madres". Nuestras abnegadas madres que nada quieren para ellas. Ni Pilar Primo de Rivera lo hubiera dicho más tradicionalmente, viejo. Entre tanto adversario interior, se ha liado con el exterior. Y, la verdad, es que Iglesias tiene un síndrome de púlpito notable: tan elocuente y brillante como incontinente y vacuo. Lo malo -para él- es que la esencia de su propuesta es muy defendible. Pero se lía, se lía.

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