Partido con ropajes lujosos el de hoy en Heliópolis, justamente a esa incómoda hora en que no se sabe si comer antes, durante o después del pleito. Dos equipos de trayectoria distinta, pues si ambos andan en buena racha, la de Athletic Club es mucho más sostenida que la dos de dos consecutivos de los béticos. Además, siete puntos es la distancia entrambos, mientras que la de los goles encajados es mucho más amplia a favor de los vascos.

Un Betis-Athletic siempre es un verso suelto en la historia de nuestro fútbol y el de hoy no va a serlo menos con el único dato insólito de la hora de comienzo, las dos en todos los relojes de la tarde heliopolitana en este día de la Inmaculada y segundo Domingo de Adviento. Y como Adviento y esperanza van de la mano, en el núcleo bético ha vuelto a surgir esa esperanza que, además, viste de verde que te quiero verde, por lo que las expectativas son muy ilusionantes.

Los triunfos sobre Valencia y Mallorca han logrado que el bético vuelva a creer en la tropa que anda enderezándose de la mano de Rubi. El catalán, por cierto, se ha dejado caer con un pensamiento en voz alta: no ir a Europa no es un fracaso. La verdad es que por confesiones de ese tenor empezó a labrarse Setién una animadversión que lastró su trabajo hasta convertirse el ambiente en irrespirable. Y lo cierto es que fracaso en la vida del Betis sólo fue un descenso.

Los antecedentes más cercanos juegan a favor de los leones, pero ya se sabe que eso es agua que difícilmente puede mover molino alguno. Se trata de un clásico de la Liga que cuenta con muchos episodios coperos como propina, por lo que el interés que ha despertado se corresponde con el ánimo que el bético de bien ha recibido por los dos triunfos consecutivos. Un tercero sería la confirmación de que las cosas viran hacia donde se esperaba y con el manque pierda ya de paisaje.