Aunque martes y con el invierno recién estrenado nos estalla en la cara un nuevo clásico liguero, un Sevilla-Barcelona. Pero como tantas cosas como ocurren en esta normalidad tan anormal que vivimos, es un clásico de toda la vida pero con los roles cambiados. Y es que a la friolera del diez puntos arriba mira el Sevilla a este Barça tan desconocido, tan alejado de lo que dice su historia, por lo que digamos que es un clásico atípico.

Está ese Sevilla que nunca se rinde haciendo de tripas corazón a causa de una enfermería superpoblada, pero el carácter es el carácter y en el Sevilla eso es innegociable. Como demostración palmaria, sus dos recitales épicos que jalonan su andadura más reciente. Aquella defensa numantina en San Mamés con el aderezo del golazo de Delaney se une a cómo supo ser más competitivo que la muy competitiva, al menos hasta ahora, tropa del hoy cuestionado Diego Pablo Simeone.

Sin necesidad de tener demasiado tiempo la pelota, el Sevilla es el segundo de la tabla a seis puntos del líder y cuatro por encima de su más inmediato perseguidor. Y a todo esto, un Barça desconocido que está nutriéndose nuevamente de la Masía para no perder la compostura. Está claro que lo que aportan los chavales, con el prodigioso Gavi de abanderado, le da para lo que le da, de ahí que haya caído a Liga Europa y ande por donde anda en la competición doméstica

Y es que este Barça que lo ha fiado todo a la Masía y a un tótem como Xavi se encuentra actualmente, ladies and gentlemen, fuera de la Zona Continental. Es algo que hubiera sido impensable antes y que sigue siéndolo ahora, pero la vida es la vida, la realidad es la que es, y esta noche comparece en Dato como víctima propiciatoria para que el Sevilla se asiente más sólidamente aún en esa segunda plaza que le sabe a gloria bendita. Claro que fútbol es fútbol y quién sabe qué...