Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Es el colegio, estúpido

Lo que se sembró en la escuela durante tres décadas de nacionalismo totalitario se recoge ahora

E L Estado no se enfrenta sólo a una insurrección política o institucional en Cataluña. Si fuera así, la solución podría venir de la mano de la política o de la Justicia. Desgraciadamente, la situación se desliza cada día más a una insurrección popular, que se plasma en la toma de la calle. Ahí las soluciones, si las hay, son mucho más complicadas y, por definición, mucho más costosas en términos de inestabilidad en todos los órdenes de la vida social. No se llega a un callejón sin salida de estas características por casualidad. Hay dos factores que configuran el magma ideológico en el que se mueve el separatismo y que estos días están demostrando su enorme efectividad: el colegio y la televisión. El uno, además, no se entendería sin la otra.

La televisión catalana debe ser en estos momentos la más sectaria de Occidente y sólo admitiría comparación con la que se hacía en España hace medio siglo: adoctrina, ensalza a los suyos y denigra a los contrarios, miente y manipula a satisfacción y se convierte un día sí y otro también en promotora y directora de las protestas en la calle. Eso es evidente para cualquiera que se asome a ella en estos días de enorme convulsión política y social. Pero también lo ha sido durante las últimas tres décadas, en las que ha servido para fomentar el odio, las diferencias y el enorme sentimiento de superioridad que hoy una amplia capa de la población catalana tiene sobre el resto de los españoles y que está en el origen de todo lo que está pasando.

Pero la televisión no hubiera podido servir de ariete ideológico del nacionalismo antiespañol si no hubiera tenido detrás el trabajo previo realizado en los colegios. Cuando a mediados de los ochentas se transfirieron plenamente las competencias en educación no sólo se impuso el catalán y se marginó la enseñanza en español. También se adoptó en los programas de estudio un modelo de exaltación de los valores patrios de estilo totalitario que para sí hubieran querido los falangistas de los años cuarenta.

Hoy son ya dos las generaciones formadas de este ideario y algunos dirigentes políticos y sociales no han conocido otra cosa que el colegio y la televisión conformados por el pujolismo y que los socialistas, cuando gobernaron en Cataluña, no sólo no cambiaron, sino que en algunos aspectos hasta profundizaron. Lo que se sembró desde que se recuperó el autogobierno se recoge ahora. Aquí, como en algún otro aspecto de la vida, cabría aplicar la famosa frase de Clinton durante la campaña contra Bush padre en 1992: es la economía, estúpido. Cambien economía por colegio y se pondrán explicar muchas cosas de la hora fatídica que vive España.

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