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El color del cristal

La catadura moral del independentismo se calibra con su preferencia por Puigdemont frente a Junqueras

Este artículo fracasará estrepitosamente tanto si se leyera en plan recochineo o risa o leve guasa hacia la situación penal de Oriol Junqueras como si se leyese en tono de reclamación o de protesta o de suave crítica a su situación carcelaria. Ni una cosa ni otra. Junqueras está donde tiene que estar porque sus presuntos delitos son gravísimos. Ha atacado la misma supervivencia del Estado y al meollo mismo del Derecho que configuran, juntos, algo tan esencial como nuestro Estado de Derecho. Está donde tiene que estar, pero él está como tiene que estar.

La dificultad estriba en que, ante la noticia de que la autoridad competente le ha concedido un vis a vis extraordinario por su seriedad en los trabajados asumidos, limpiando cristales, el corazón se te va o a la risa cruel o a la piadosa rebelión, cuando no a ambas sucesivamente, diástole y sístole, una tras otra, y tanto por el premio (vis a vis) como por el medio (limpiar cristales). Quiero mantenerme, no obstante, en un respeto escrupuloso tanto a la ley que Junqueras no respetó y que le tiene ahí, como a su actitud ejemplar. Por supuesto, no habrá cambiado su ideología -que nadie pide que cambie-, pero ahí está, asumiendo la ley, aceptando el régimen y con un buen comportamiento. Yo, sin un ápice de ironía, le hago una reverencia.

Aunque hay muchos motivos, quizá en ninguno se vea con más claridad la catadura moral del independentismo como en su preferencia por un Puigdemont tan trilero y ególatra frente a un Junqueras tan honesto y consecuente. Sin duda, que Puigdemont haya burlado -hasta ahora- la ley española debe de hacerles gracia. Se entiende. Pero, en el camino, ha dejado en la estacada a todos sus compañeros de aventura, a los que él embarcó, además, en el disparate y probablemente engañándoles, encima. Y ahora tiene empantanada la situación de Cataluña, haciendo inútil la mayoría parlamentaria de los partidos nacionalistas y dándole cuerda a la cometa de un art. 155, que Mariano Rajoy estaría encantado de soltar.

Supongo que a Junqueras no le consolará en absoluto el consuelo que él ha traído a la vida de un españolazo a machamartillo como yo, pero la verdad es que, desde que leí la noticia, cada vez que tengo que hacer un trabajo impuesto y poco gratificante me propongo dejarlo tan limpio como Junqueras sus cristales de Estremera. Su actitud transparenta (sin ironía) la dignidad del cumplimiento.

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