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la tribuna económica

Gumersindo / Ruiz /

La confianza perdida

EN conversaciones con empresarios de distintos gremios encuentro coincidencia en la necesidad de una acción de gobierno sobre la economía real. Pero no medidas que buscan sólo la liberalización de los mercados, el comercio, el taxi o el ferrocarril, sino de impulso a la actividad productiva y el empleo -ya tendremos ocasión de hablar del cuidado que hay que tener con ciertas privatizaciones como ha ocurrido con la empresa G4S, encargada de la seguridad de los Juegos Olímpicos, el fracaso para cumplir con sus compromisos y la llamada urgente a la policía y el ejército para garantizar la seguridad-. Haría falta abordar de una vez cuestiones que realmente están preocupando a los empresarios y, para ello, los responsables ministeriales tendrían que dejar de hablar de las dificultades de financiación, de la prima de riesgo, de los recortes y actuar de forma creativa, que se viera un efecto sobre la actividad productiva y el empleo. Llama la atención que mientras algunas medidas son inmediatas -como la subida del IVA- otras se aprueban pero no se desarrollan, como la exención de pedir licencia de apertura para negocios en locales de menos de 300 metros cuadrados.

No hemos visto un plan de financiación al comercio, de impulso a su modernización, que le dé oportunidades de competir con las grandes superficies; ni a la industria relacionada con la construcción, que no tiene dimensión para salir al exterior como las grandes empresas diversificadas del sector y que necesitaría un programa específico de apoyo. Las inútiles discusiones sobre las administraciones públicas se superarían con propuestas concretas como, por ejemplo, un plan de refuerzo del comercio exterior aglutinando las representaciones del gobierno central, las agencias autonómicas y las Cámaras de Comercio.

Siempre hay margen para hacer algo, o hacer más en aquello que va bien, dejando de dar vueltas a los mismos temas. Porque el problema del déficit no es una herencia secular, sino que lo creamos cada día con la desconfianza en la producción, con el paro, con la imposibilidad de la hacienda pública para recaudar en una economía que se hunde en una espiral de recesión. Para recuperar la confianza hay que trabajar sobre los sectores productivos reales. Este mes de julio, por ejemplo, la subida del precio del trigo y el maíz han sido espectaculares, un 56% y un 46%, respectivamente, desde mayo; y la soja, un 60% desde enero. Las cosechas en Estados Unidos se han arruinado por la sequía, y lo mismo ha ocurrido en Sudamérica y en Rusia -aquí con el doble efecto de sequía e inundaciones, como en Asia-. Aunque las consecuencias son dramáticas para los países pobres, hay una fuerte especulación, y seguramente algo se trasladará a los índices de precios al consumo -como ocurrió en el verano de 2008-, nosotros carecemos de una política de precios para aprovechar estas subidas. Qué buena ocasión para renegociar con la Unión Europea cuestiones de política agraria, pesquera, industrial, comercial, apelando a la situación de emergencia en que nos encontramos. Éste es el tipo de planteamientos que abren expectativas y sirven para recuperar algo de la confianza perdida.

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