la esquina

José Aguilar

Al consejero de Turismo

LAS tiendas de lujo de Estados Unidos empiezan a manejarse en mandarín, según informa The New York Times. La famosa Tiffany, donde el cine desayuna con diamantes, y la menos cinematográfica Burberry han empezado a contratar vendedores que hablan mandarín. La lengua de moda en los establecimientos de la moda de alto copete.

No es que quieran empleados políglotas para darse pisto ni por cosmopolitismo presuntuoso. La razón es más pedestre: la cuarta parte de las ventas de Tiffany y más de la mitad de las de Burberry se hacen a turistas extranjeros, y entre los extranjeros han empezado a destacar los chinos. Cierto que las dos compañías abren sucursales en Pekín o Shanghai, pero los compradores chinos siguen adquiriendo más productos caros en el extranjero que en su país. Y también existe una razón: los impuestos sobre el lujo son más bajos.

Estamos muy pendientes de la invasión de comercios chinos que se van incrustando en nuestras ciudades y pueblos por su baratura, su habilidad para la copia y la falsificación y su plena disposición a tener abierto a todas horas todos los días del año. También las inversiones chinas son motivo de preocupación en la medida en que penetran en sectores económicos estratégicos aprovechándose de que proceden de la única nación que acumula excedentes de capital en cantidades inconmensurables. Ocupados en afrontar estas tendencias, se nos está yendo vivo este otro fenómeno: las rentas que van creciendo en los bolsillos particulares chinos buscan salida por todas las vías posibles.

Quizás es que creemos que los chinos se dedican sólo a trabajar muchas horas y no tienen tiempo ni dinero para dedicarse a comprar. Pero, oiga, son 1.300 millones. Con que solamente un diez por ciento de la población se esté beneficiando del crecimiento económico desmesurado del país y enriqueciéndose con el trabajo ajeno -el sistema es perfecto para ellos: capitalismo feroz y dictadura política que impide las protestas-, ya tenemos ahí a 130 millones de chinos con alto poder adquisitivo y ansiosos de utilizarlo en cualquier sitio donde puedan. Y si no pueden en China porque allí la producción de masas está orientada al género barato y de poca calidad, lo buscan fuera. El mundo globalizado significa también conocimiento universal de modas y productos y medios de transporte accesibles y rápidos.

Pasando del lujo al turismo convencional, el nuevo consejero de Turismo de la Junta bien podría empezar aprendiendo mandarín y formando guías chinoparlantes. Sigo con las cuentas: si logramos que uno de cada mil chinos visite Andalucía cada año, ya tendríamos aquí 1.300.000 turistas gastosos. Riqueza amarilla.

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