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Carlos Colón

De consultas populares

CUANDO leí lo de "Cataluña se está muriendo, la están matando y tenemos que reaccionar" creí que Laporta desandaba lo andado para desmarcarse de la irracionalidad nacionalista, el ombliguismo catalanista, la fanática estrechez de miras de ERC, el nacionalismo burgués de Convergencia Democrática o el oportunismo sin vergüenza del PSC. Pero no era así, claro. Laporta, que tiene hambres políticas, sabe lo que allí hay que hacer para tener oportunidades en la cosa pública. Se lo ha enseñado la exitosa deriva nacionalista -tan poco socialista- de los socialistas catalanes y el perpetuo naufragio electoral de los no nacionalistas. Se lo han enseñado los pactos entre los socialistas y formaciones trogloditas como ERC. Se lo está enseñando, ahora mismo, la farsa de las consultas sobre la independencia de Cataluña. Y el hombre, que no es tonto, se ha apuntado al nacionalismo radical independentista de gesto airado y verbo inflamado. Además de que están matando a Cataluña -en lo que tiene mucha razón, aunque se equivoque al señalar sus verdugos-, ha clamado que "ningún catalán puede aceptar los ataques a los derechos y libertades de Cataluña" ni soportar "tantos agravios, intolerancia, agresividad y humillaciones".

Es el momento de hacerlo, desde luego. Nunca encontrarán en Madrid un cómplice mejor dispuesto que el Zapatero que encendió la mecha diciendo aquello de "aprobaré el Estatuto que salga del Parlamento de Cataluña", experto en discursear sobre las musarañas mientras la realidad cornea a la nación y a los ciudadanos, hombre de tan larga y amplia visión que le resulta imposible ver lo que tiene ante las narices. Es el momento de convocar consultas esperpénticas sobre la independencia de Cataluña y de que la cosa, además, se propague: un centenar de alcaldes y ediles mallorquines ha constituido una plataforma, encabezada por el Partido Socialista de Mallorca, Izquierda Republicana y Unión Mallorquina, a favor de las consultas populares soberanistas. Es el momento, desde luego, y no hay que dejar que pase la ocasión de intentar repartirse España. O de hacer como que se reparte para después presionar al Estado en busca de prebendas para los corruptos virreinatos de los sátrapas locales.

¿Y si la fiebre de consultas populares se contagiara a la España a la que no le molesta llamarse así? ¿Y si se les consultara a los españoles que no se sienten ofendidos por serlo si quieren seguir soportando el nacionalismo vasco y catalán (u otros de penúltima hora) o si ya están hartos de asesinatos, atentados, chantajes, presiones, fanatismos, disparates y desaires?

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