LA TRIBUNA ECONÓMICA

Joaquín Aurioles

La contaminación financiera

AL principio, la crisis financiera internacional era un problema exclusivo de los ricos. Se adaptó el vocablo desacoplamiento para hacer referencia a la aparente inmunidad al contagio en los países emergentes y, sobre todo, a la sorprendente ruptura con los vínculos que tradicionalmente habían ligado el destino de sus economías al de las principales potencias internacionales. A la postre, todo el mundo se vio obligado a encajar en mayor o menor medida el impacto de la crisis, con el consiguiente desánimo para los que confiaban en el efecto profiláctico de los buenos tiempos que corrían para los precios de las materias primas. Difícilmente se podía permanecer inmune al desplome de los mercados occidentales, especialmente en el caso de las economías más exportadoras, y de las finanzas internacionales, sobre todo en los países que se beneficiaban de las corrientes de inversión extranjera, pero lo cierto es que las economía emergentes consiguieron recuperarse con notable facilidad y volver a concentrar la mayor parte de la aportación al crecimiento mundial.

La incógnita está en saber si en un contexto de economías cada vez más abiertas, sobre todo entre las emergentes, y la respuesta plena e inmediata del capital financiero internacional a cualquier tipo de señal o perturbación, un país o conjunto de países puede desarrollar una estrategia económica propia o relativamente independiente.

De la experiencia europea desde 2009 se deduce que el margen de maniobra de los países para el diseño de políticas fiscales independientes es mucho más reducido de lo que pensaban algunos gobiernos, entre ellos el español; que las externalidades o desbordamiento de sus efectos más allá de las fronteras del país resultan imparables y que el arsenal defensivo para evitar sus consecuencias puede resultar insuficiente. En los últimos meses también se ha podido comprobar que hasta las economías aparentemente mejor acorazadas, es decir, Francia y Alemania, han terminado por verse afectadas por la titubeante actitud de los mercados y que tampoco la cirugía agresiva impuesta a Grecia, Irlanda y Portugal ha conseguido frenar la extensión del problema a otras zonas.

Por otra parte, la agencia Fitch acaba de anunciar que también las economías emergentes de Europa Oriental y la banca norteamericana están abiertamente expuestas al riesgo de un primer episodio de reestructuración de deuda en alguno de los países rescatados, lo que quiere decir que lo importante en este momento no es la debilidad o fortaleza de la moneda única, sino las relaciones financieras internacionales.

Ante el descontrol de la ruta del contagio y la manifiesta incapacidad de las políticas económicas nacionales para resistir las turbulencias, la única estrategia posible es la coordinación internacional de las políticas económicas. En este terreno también hay grados. Entre los de más baja intensidad hay que señalar la iniciativa de los bancos centrales más importantes del mundo para la inyección coordinada de liquidez a la banca. Entre los de mayor intensidad está la cesión de soberanía a instituciones supranacionales en materia de políticas económicas.

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