DIGERIDA mal que bien la locura del miércoles en el magno coliseo de la Castellana, el Sevilla vuelve a casa. Vuelve para enfrentarse a un equipo con el que guarda muchas similitudes, el Celta. Tras pensar y repensar lo ocurrido en la enloquecida noche madrileña, no tengo más remedio que pensar que algo, o mucho, se le está escapando a Unai para la conformación de este nuevo Sevilla que tantos dientes de sierra muestra.

El tremendo desnivel existente entre la resta y la suma, entre abortar lo que crea el rival y generar el fútbol propio, es algo que Unai, me imagino, estará intentando recomponer mediante mil fórmulas entresacadas de sus noches en blanco. No puede ser tamaño desajuste y lo cierto es que para hacer olvidar la goleada madrileña le llega un equipo que se mueve por parámetros muy parecidos. Pasa, sin embargo, que en el Celta todo viene por la decisión de su entrenador.

Profesando la filosofía de fútbol que se mama en la Masía, Luis Enrique ha hecho del desenfado su credo y así nos encontramos con un equipo que lo mismo golea espectacularmente en Málaga que es noqueado en Balaídos por el pragmatismo de un Levante siempre al pairo y que encontró oro en su único tiro a gol. Por lo tanto, la partida que se libra esta noche en Dato no tendría nada de extraño que se desarrollase bajo un guión parecido al que apareció el miércoles en Madrid.

El cachondeo que vivaquea en nuestro fútbol le permite a Unai contar con M'Bia, que no podrá jugar en Cornellá. Una anécdota más en el rico anecdotario que lustra nuestro disparatado fútbol. Pero a lo que íbamos, ¿se repetirá hoy la locura del otro día? No sería de extrañar, pues la verdad es que la ensalada de piezas que pusieron en manos del técnico vasco están tardando en ensamblarse y, por ende, en darle al Sevilla un equilibrio que hogaño se echa mucho de menos.