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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El cortijo de las universidades

La peor explicación para justificarse es decir que las cosas responden al "proceso habitual"

Siempre hemos mantenido que con los doctorados ocurre como con los jamones. O como con los melones. Habría que analizar una a una las tesis, ¿verdad, presidente? Habría que probar uno a uno los jamones, calar uno a uno los melones. El prestigio cotiza a la baja en esta sociedad. Y la Universidad, como la política, como la vida pública en general, ha sido arrastrada por las inercias, los vicios, los abusos y esas fórmulas que se dan en llamar "prácticas habituales". Estamos tan condicionados por esos hábitos tan frecuentes que los admitimos con una disciplina natural, como incorporada de fábrica. No se nos nota la más mínima alteración o reacción. Aceptamos, tragamos, digerimos como podemos que no nos den un recibo tras comprar un artículo, que el taxista lleve a toda potencia la radio y no se moleste en bajar el volumen a pesar de que nos ve haciendo una llamada por el móvil, que el conductor del autobús urbano nos castigue con reiterados frenazos, que la señora de la ventanilla no nos devuelva los buenos días, que en el Registro de la Propiedad nos discutan el interés legítimo para acceder a la información de una finca pública, que la tesis del jefe del Ejecutivo se pase años oculta, que los tribunales de muchísimas oposiciones se formen al son del pito gorgorito, que en los cargos eventuales de los organigramas públicos prime el carné del partido, que la clase política distinga a los ciudadanos por etiquetas a la hora de las contrataciones y adjudicaciones, que nos traten de tomar el pelo cuando nos intentan explicar por qué la mujer de un rector, oh casualidad, ha sido elegida a dedo para un puesto que está pendiente de concurso... Y lo peor, el insulto directo a la inteligencia, es cuando uno oye el gran principio que ilumina muchas conductas, actuaciones y decisiones de la esfera pública: "Esto es el procedimiento habitual". Entonces reverdece el cortijo, emerge la España profunda, la del esto se ha hecho siempre así y vamos a llevarnos bien, la de la teoría de los bomberos que no se pisan la manguera, y es cuando uno encoge el cuello de forma instintiva por si acaso recibe una colleja a la misma vez que le afean su interés: "Ea, no vuelvas a preguntar". El caso es que el silencio sale rentable, formar parte de la mayoría callada evita muchos problemas, saludar y no ser saludado tampoco es tan importante y, al fin y al cabo, las tesis nadie se las lee, lo lógico es que los familiares se ayuden y lo educado es recibir y despedir al señorito de turno en la puerta del cortijo. Milana, bonita. Lo dicho: la España de lo habitual. Como aquella del equipo médico... habitual.

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