NO pongo la mano en el fuego por nadie, pero no me imagino a este grandullón que nunca pierde la templanza interrumpiendo reuniones para atender el teléfono y tratando de añadir ceros al contrato con otras ofertas. Y, es más, no ha mencionado ni una sola. Estas cosas, si se quieren hacer, nada más que tienen un camino y es el que ha tomado Kanoute y el que le ha marcado a su representante, que para eso está, para que el futbolista obtenga de la forma más ventajosa y rápida posible lo que éste desea. Nada más. Otra cosa es aquello de que con el movimiento ciertos protagonistas pillan mejor cacho.

En Kanoute se reúnen, como en el caso de Jesús Navas, muchas cosas que no tienen precio y que acaban beneficiando al Sevilla. Ha mirado antes que por nada por su familia, ha mirado por su felicidad, ha mirado por su sentido de la gratitud... valores no siempre presentes no ya en futbolistas profesionales, sino en gente con la que todos los días me cruzo por la calle. Este tío tiene nivel para disputarle la corona de mejor futbolista del globo a figuras como Messi o Cristiano Ronaldo, pero le falta ese sacar pecho mediático con el que ganaría muchas cosas pero con el que perdería otras para él más importantes.

Tiene 31 años, sí, pero podría haber aprovechado el tren para vestir aún más su fútbol de seda y dejar pinceladas en uno de esos equipos grandes y riquísimos. Pero juega y va a seguir jugando en el Sevilla y no en el Chelsea o el Manchester; pero juega y va a seguir jugando con Malí -que seguramente no irá al Mundial- y no con Francia. De ser así seguro que habríamos escuchado epítetos como el Zidane negro o cosas así. Cada uno es feliz con lo que de verdad desea. Le pasa a Kanoute y le pasa a Jesús Navas. Y los sevillistas lo disfrutan.

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