Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Las cosas que nos pasan

Cuando gobernaba el PSOE Sevilla no supo alzar la voz ante una Junta cateta y temerosa de los agravios

No es Antonio Muñoz persona que improvise lo que dice y que hable sin haber pensado muy bien hasta dónde quiere ir con sus palabras. A principios de esta semana participó en una edición del Foro Joly, organizada por este periódico, en el que señaló las vías de por dónde debe ir el futuro de la ciudad y en el que dejó varias afirmaciones que conviene tener en cuenta para situar algunas de las cosas que hay que cambiar a corto plazo si de verdad queremos dejar atrás algunas de las inercias que nos frenan. Dijo el alcalde que durante el largo periodo que los socialistas -socialistas sevillanos en una buena parte- mandaron en la Junta les daba reparos programar inversiones para Sevilla. Él lo vivió en primera persona durante el periodo en el que estuvo al frente de la ordenación turística del Gobierno andaluz. Sin embargo, cuando el PP -PP malagueño en una buena parte- ha llegado al Palacio de San Telmo se ha volcado con Málaga sin que en ningún momento dudase que estaba haciendo lo correcto.

No se trata de aventar rivalidades provinciales que, ya era hora, van quedando sólo en los discursos populistas de algunos irreductibles. El cambio político en Andalucía ha tenido, entre otros efectos balsámicos, que dejásemos de valorar a las instituciones en función de dónde tuviesen sus sedes. Y así, por ejemplo, nadie en su sano juicio piensa ahora que la capital de Andalucía pueda ser otra que Sevilla.

Pero sí conviene que expliquemos algunas de las cosas que nos pasan. Dejemos atrás las épocas de los lamentos para meternos de lleno en la de actuar. Sevilla -el alcalde lo decía en el Foro y en estas páginas se ha reiterado- sufre un abandono por parte del Estado y de la Junta desde hace tres décadas. Después de la Expo no se ha hecho ni la cuarta parte de lo que hubiera sido necesario para poner al día las infraestructuras de la ciudad. Y eso se paga. Para que una ciudad sea atractiva para los negocios y la inversión tiene que tener un tejido propicio y ese tejido se llama facilidad de comunicaciones y calidad de servicios públicos. Eso le ha faltado a Sevilla, que se ha quedado irremediablemente atrás si se la compara con Málaga. Pero todavía sería peor si la medimos con Valencia o Bilbao o incluso con Zaragoza o Alicante.

Sevilla no ha sabido alzar la voz y ha mostrado una imagen pasiva e indolente. Culpa de sus alcaldes, que no han dado un puñetazo en la mesa cuando hacía falta. Culpa, también, de una Junta cateta, temerosa de los agravios provinciales, y culpa de una ciudadanía a la que le gusta mirar siempre para otro lado.

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