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Tomás garcía rodríguez

Doctor en Biología

Las cotorras de Sevilla

Las acciones contra las cotorras deben reducir la población, pero no su erradicación definitiva

En los años noventa del pasado siglo, con la explosión en nuestra ciudad de la Exposición Universal, aparecieron en nuestros parques y jardines cotorras de Kramer, Psittacula krameri, procedentes de regiones africanas y asiáticas, y cotorras argentinas, Myiopsitta monachus, de origen suramericano. Agentes municipales habían soltado en el Parque de María Luisa algunos ejemplares requisados en el antiguo mercadillo de la Plaza de la Alfalfa, proliferando de forma constante y estimándose sus poblaciones actuales en casi cuatro mil de las de Kramer y alrededor de mil de las argentinas.

Estas aves herbívoras no acudieron a nuestra urbe con el aleteo de sus alas, pues son sedentarias y no migratorias; arribaron enjauladas en barcos y aviones para disfrute de particulares durante la Muestra Universal. Una vez liberadas, rivalizaron con otros seres vivos no estrictamente autóctonos, no existen en realidad, luchando por sobrevivir y procurando los medios necesarios para el desarrollo de su descendencia. Como ejemplo esclarecedor, consideremos los nóctulos gigantes presentes en nuestra región, Nyctalus lasiopterus; estos murciélagos venidos de África, que se alimentan de insectos y pájaros, no tienen a estos pequeños loros como sus principales competidores, sino al ser humano, que corta y poda de forma salvaje sus árboles-nido, incluso centenarios, como el pacano del Álcázar que Sorolla pintó a principios del siglo XX, talado de manera inmisericorde hace algunos años y que albergaba la mayor colonia de estos mamíferos en Europa.

En septiembre se pondrá en marcha un plan municipal para el control de las cotorras en Sevilla; consistirá en capturas mediante cajas-trampa y redes para después proceder al sacrificio mediante técnicas no desveladas. Varios biólogos propusimos públicamente el abatimiento por disparo con carabinas especiales por personal experto, al considerar que es el método más eficaz y menos traumático para llevar a cabo una disminución drástica del número de volátiles en una primera fase; en una segunda, de estabilización, se plantea la esterilización de huevos o la sustitución por otros artificiales en periodos de puesta.

Consideramos que el programa aprobado por el Consistorio Hispalense y adjudicado a una empresa privada no es el óptimo, pues puede ralentizar el procedimiento y prolongar indebidamente esta preocupante alteración del ecosistema urbano. En cualquier caso, solicitamos de forma vehemente que se respeten a las bellas aves que introdujimos clandestinamente desde lugares lejanos, arrancándolas de sus tierras ancestrales y, una vez adaptadas, decidimos ahora su eliminación. Esperamos y deseamos que estas actuaciones iniciadas tengan como objetivo la reducción de sus poblaciones y no la erradicación, ya que no debemos abordar así el conflicto generado por unos seres importados que habitan y se reproducen en esta asombrosa Isla del Señor, como ya la bautizaron los primitivos asentadores fenicios hace miles de años.

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