LAVARSE la cara con agua fría. Algo tan sencillo, tan básico, es quizás uno de los gestos de belleza más efectivos. Activa la circulación y cierra los poros (al contrario que el calor, que los abre), y, además de la obvia sensación de frescor, elimina la suciedad que se pega al rostro en el día a día.

Y... entonces… ¿qué hago con la colección de botes que acumulo en el armarito del cuarto de baño? Como siempre, la clave está en el punto medio. Es importante no dejarse llevar por el aluvión de novedades que llenan las revistas cada mes, porque ese es precisamente su objetivo: mostrar 'lo nuevo', 'lo último', 'lo que acaba de llegar'; y eso no significa precisamente que sea algo necesario. O, yendo un paso más, lo suficientemente efectivo como para destinarle parte del presupuesto mensual.

¿Cuáles son los básicos en una rutina de diaria? Limpieza e hidratación. Lo que viene siendo lavarse la cara, y echarse un poco de cremita después, vamos. ¿Cuándo? Por la mañana y por la noche. Y no, no tiene que ser con productos prohibitivos. Conozco quien lo hace con crema Nivea de lata. Y tiene la piel estupenda, oye. La elección de la crema adecuada resulta secundario respecto a la importancia de, sobre todo, nunca acostarse sin retirar los restos de maquillaje. Este gesto de 'dejadez', que en muchos casos es un hábito, no solo es una 'guarrería', sino que tiene efectos negativos para la piel desde la primera noche.

El diario británico Daily Mail lo demostró de un modo muy sencillo, aunque llevando el hábito al extremo: una redactora pasó un mes sin lavarse la cara por la noche, aplicándose crema encima y volviéndose a maquillar a la mañana siguiente. Según los expertos que la vieron cuando finalizó el 'experimento', su piel había envejecido nada menos que diez años. El ejemplo es, en efecto, extremo, pero muestra que lo peor no es no ponerse la crema que promete rejuvenecer cinco años en dos semanas, si no envejecer por no interiorizar algo tan fácil como es lavarse la cara.