MUCHOS pensarán que el Carnaval de Cádiz no está en crisis, porque el Teatro Falla se ha llenado en todas las sesiones de cuartos de final, además de casi toda la fase preliminar. Y, por supuesto, estará a tope para las semifinales y la final. Ahí no se nota la crisis. Pero, en otros detalles sí. Por ejemplo, en Canal Sur, que este año sólo retransmite las tres semifinales y la final para toda Andalucía. Sólo cuatro sesiones, cuando en 2012 también televisaron las seis funciones de cuartos de final. Y, por supuesto, pagarán menos. La cobertura televisiva se ha limitado a la televisión municipal Onda Cádiz para la provincia gaditana. Y a 20TV, que está rebotando la señal en Sevilla desde el martes.

Donde más aparece la crisis es en los repertorios. Es propio de cualquier comparsa que de tal se precie, e incluso de una chirigota que vaya de comprometida por la vida, cantar un pasodoble o incluso un cuplé alusivo a la crisis. Faltaría más. Y no digamos a la corrupción. Eso vale desde Urdangarín (que es una bicoca para las coplas, como otros miembros de la Familia Real), a los políticos. A estos últimos, frecuentemente, se les califica como corruptos, pero a grosso modo, sin detallar nombres y apellidos.

Los tipos alusivos a la crisis, curiosamente, no abundan entre las agrupaciones punteras. Había más entre agrupaciones de nivel flojito que fueron eliminadas en las preliminares. Ya apenas quedan, tan sólo en algunas chirigotas, como Las verdades del banquero, de El Selu, y Los recortaos, de Kike Remolino. Menos tipos de crisis hay entre las comparsas, donde Los peleles del XXI, de Joaquín Quiñones, quizá sea la de aspecto más reivindicativo.

No hay que perder de vista que en el Carnaval lo evidente no existe. Es el arte del disimulo y del disfraz. En eso consiste buena parte de su atractivo. La crisis también se oculta tras la máscara. Y aparece, o desaparece, porque casi nada es como parece.