DE POCO UN TODO

Enrique / García-Máiquez

El crisma y la crisma

UNO procura evitar los extranjerismos, pero la palabra christmas estamos destinados a usarla. "Tarjeta de felicitación de Navidad" es un circunloquio demasiado largo y forzado. Por otra parte, tampoco tiene nada de malo el intercambio cultural, y lo que hay que lamentar es que los anglosajones no hayan aprendido todavía a pronunciar zambomba, alfajores, pestiños y roscón de Reyes. El caganet, hecho diferencial catalán, es lógico que se lo ahorren, como nosotros, por otra parte. Aunque para que nadie me acuse de catalanofobia, agradezcámosles esa costumbre tan hispánica de las doce uvas, que nació en Cataluña, y es chulísima.

Adoptado el nombre christmas, hay que adaptarlo. Tantas consonantes intercaladas no hay españolito que las pronuncie y menos las escriba en su sitio sin unos incómodos e inseguros segundos de reflexión. Se impone, pues, la simplificación ortográfica, como se ha hecho siempre con las palabras extranjeras. De todas las posibilidades que voy viendo en estos días, la que más me ha gustado es la más simple y audaz: llamar al christmas crisma. Amén de sus resonancias sacramentales, se elimina de un plumazo la consonante muda; de otro, la tartamuda; y de otro, esa s final que, además de los problemas de pronunciación propios de los andaluces, provoca cierta confusión entre el plural y el singular.

Encima, como regalo añadido, nos acerca la Navidad a la cabeza, y nos permite menear las palabras -véase el título del artículo- como si fuesen cascabeles. Los juegos de palabras están muy mal vistos en la alta literatura, vale, pero hoy, que estamos alrededor de una cuna y de un Niño a punto de nacer, qué mejor que agitar con energía un jovial sonajero de juguete.

Cuando hace dos o tres semanas me di cuenta de que me tocaría publicar este artículo el día 24, me alegré lo indecible, pues era una ocasión estupenda de felicitarles en el momento justo. Intentaría escribir, pensé, un pequeño manual, quizá un decálogo, de instrucciones para una buena Nochebuena. Uno de sus consejos, precisamente, sería evitar la redundancia: con la familia política, no hablar de política. Y cosas así, pequeñas y útiles.

Sin embargo, al recibir un tarjetón navideño que se autodenominaba crisma, se hizo una luz en mi ídem. La mejor felicitación y el único consejo para hoy consiste en que nos metamos bien el crisma en la crisma. No perdamos de vista que la clave es el misterio del Belén, y todo lo demás -zambombas, polvorones, caganets, pestiños, petardos, suegras, cuñados, copas, uvas, besos, anises y nostalgias- todo, se nos da por añadidura y de acompañamiento.

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