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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La crueldad de la luz que anuncia primavera

Se nos anticipan unos cielos que anuncian los meses más crueles, los de la certeza del vacío que habremos de superar

Limpios los cielos de Andalucía, verdes los campos tras las lluvias como verde es la esperanza que nunca nos desampara, clarean ya los cielos a esa hora en que todavía no se nos regala el alba plena y hasta hace poco era noche cerrada, fresca la atmósfera por la bajada del tráfico por las restricciones, prohibiciones y limitaciones de movimientos que nos han tocado sufrir. Comienzan los días más largos, más luminosos. Poco a poco asoma esa primavera que sabemos de antemano hurtada. Los andaluces apuran las horas de la tarde junto a las riberas, las plazas, las calles anchas. El que tiene un río cerca aprovecha para solazarse con los brillos de las aguas, los destellos de platino de las espumas, las risas de una tarde con caducidad prematura. El que tiene una plaza saca las sillas, respira, vive, siente, se emociona, saluda, escucha y después... se recoge. Nos llegan con parsimonia los mejores días.

Qué será de nosotros cuando la luz sea plena y no podamos ser nosotros. Qué haremos, cómo reaccionaremos, en qué pensaremos cuando todo esté a punto y no podamos exhibir el carácter que nos hace únicos, distintos, tan contrarios a la estúpida globalización. Las tardes se abren como una flor, pero las luces en el bar se encienden y apagan para avisar del toque de queda de las barras y veladores. Los parques infantiles están precintados. La alegría de la luz dura poco, es pasajera, como un espejismo, tiene la vida más corta que un barquito de papel botado a la mar. Los clientes de las cafeterías se hacen los remolones, pero llega el camarero revestido de alguacil y despeja la plaza.

Sales a la calle y la luz es plena, nítida, alegre, pero te ha tocado vivir una pandemia. Piensas que algo peor tuvieron que soportar tus padres o tus abuelos en los años de la Guerra. Los naranjos asomarán pronto sus frutos perfumados, los días vencerán a la noche, llegarán los primeros calores, pero Jesús Nazareno, la antigua devoción que vertebra Andalucía y América, no abrazará la cruz en las calles, las tabernas no rescatarán a ningún náufrago de la noche y no habrá que buscar escaleras para subir al madero a quitarle los clavos a ningún crucificado.

Se apagan las luces de la taberna, hay que salir, abandonen el local. Te saluda ese cielo cruel que te recuerda el vacío que vendrá, el contraste que esta vez no te pilla por sorpresa, la broma pesada que te gasta febrero al anticiparte esa luz de marzo que no aparecerá tamizada por el humo de los inciensos ni vibrará por la jarana de las fiestas populares. Se aproxima el tiempo de la luz gozosa pero con otras penitencias. Carguen la cruz. La luz es bella. Volverá a reír la primavera.

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