Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

¿A cualquier precio?

El turismo trae renta y empleo, pero una falta de planificación lo puede convertir en un problema serio

Turistas que se meten en la antigua Fábrica de Tabacos y que llegan incluso a interrumpir la normal actividad del edificio central de la Universidad, turistas que están echando a los inquilinos de toda la vida del centro de la ciudad acosados por la burbuja de los apartamentos para visitantes, turistas que han convertido las zonas con más patrimonio histórico de Sevilla en una especie de parque temático en el que el comercio tradicional se ha sustituido por las franquicias y por tiendas chabacanas de delantales y camisetas. Ya no es un fantasma: en Sevilla se está creando una conciencia que pone en entredicho que el creciente número de turistas que llega a la ciudad sea una bendición. O, por lo menos, sólo una bendición. No es un fenómeno que ocurra sólo en Sevilla; en otros lugares como Barcelona y Madrid, por no hablar de París o Venecia, el debate está abierto y desde muchos sectores se pide una reflexión y un replanteamiento.

Este puente que hoy acaba, con unos niveles de ocupación hotelera que han rozado el lleno, colas interminables en los principales monumentos y calles por las que costaba trabajo avanzar, ha vuelto a poner de relieve el cambio que se ha producido en la ciudad en relativamente pocos años. Cuesta trabajo imaginar que esos ríos de personas deseosas de conocer lo mucho que tenemos que enseñar y dispuestas, en teoría, a entrar en nuestras tiendas, bares y restaurantes puedan ser vistos como un problema o como algo que no sea objetivamente deseable. Y es eso por encima de otras consideraciones. Cualquier otro análisis adolecería de una evidente falta de rigor. El turismo trae renta y empleo. La cuestión estriba en cómo se ha regulado y ordenado. La sensación de que algo no funciona en el boom que vive la ciudad no tiene demasiado que ver con las propias características de esta actividad ni tan siquiera con los números absolutos de visitantes. El rechazo que se está empezando a producir, de forma todavía soterrada, es consecuencia de la planificación -mejor dicho, falta de planificación- y del modelo de explotación turística que se ha impuesto en Sevilla.

Se ha preferido la cantidad a cualquier precio antes que la calidad y se han sacrificado en aras de conseguir esa cantidad factores que han terminado afectando a la calidad de vida en el centro histórico de Sevilla y en algunas otras zonas aledañas. El Ayuntamiento, que es la administración que debería actuar, por ahora prefiere mirar para otro lado. Pero o se empiezan a cambiar algunas cosas o lo que todavía es un malestar difuso se puede convertir en un problema serio.

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