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El cuento de las primarias

Por mucho que lo intento, no le encuentro ningún aspecto positivo a esta forma a lo yanqui de elegir a los candidatos

El pasado domingo, un periódico de tirada nacional, con considerable alarde tipográfico, publicaba una larga entrevista a Alfonso Guerra, todopoderoso vicepresidente del Gobierno en los años felices del felipismo devenido en santón laico de la descreída progresía hispalense con la simpatía sobrevenida de mucha señora de peluquería y misa de nueve. No deja de ser curiosa la cariñosa acogida del discurso guerrista de ahora en los cenáculos de la derecha de siempre.

En la entrevista, Guerra incidía en una opinión que viene repitiendo desde hace tiempo, y que ya le habíamos escuchado antes: la influencia perniciosa de las elecciones llamadas primarias en los partidos. Bajo una fugaz apariencia de transparencia y ejercicio democrático, la elección del líder por la militancia (generalmente más belicosa que sus cuadros), primero limita la posibilidad de filtrar candidatos por la organización, y después, una vez proclamado el ganador, genera un vacío entre la cúpula y la base, conformando ejecutivas poco críticas a conveniencia que culminan en un cesarismo autoritario muy difícil de combatir. Los ejemplos de Podemos (nunca un partido más asambleario ha purgado a tanta gente por el dedo implacable del macho alfa) y el propio Sánchez (impresentables los expedientes de expulsión de Leguina y Redondo) no hacen sino confirmar lo anterior.

Pensemos en las primarias a candidato a presidente de la Junta de Andalucía que tienen a Susana Díaz y a Juan Espadas rodando por toda la extensa Andalucía como pollos sin cabeza repitiendo en síntesis lo mismo: que son muy socialistas y que solo con ellos vencerán a la malvada derecha. ¿Merece la pena tanto despliegue para que al final decidan cuarenta y cinco mil de entre el millón largo de votantes socialistas? ¿Cómo le afecta esta batalla, si la pierde, al alcalde Sevilla, en su prestigio y en su futuro? ¿Puede el presidente del Gobierno tras lo de Madrid permitirse otra bofetada, pero esta vez desde dentro mismo de su partido?

Por mucho que lo intento, no le encuentro ningún aspecto positivo a esta forma a lo yanqui de elegir a los candidatos de los partidos, salvo lo entretenidos que vamos a estar estos días sin fútbol viendo como Susana sube en las encuestas para horror de Ábalos, Redondo y compañía. Y es que, más que un entrenador, a este paso lo que los españoles vamos a llevar es a un Narciso Michavila dentro.

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