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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

La culpa es de Diego de Riaño

Aquién se le ocurre ser arquitecto y ceder su nombre a una calle con edificios municipales. La culpa del desaguisado político en Diego de Riaño la tiene... Diego de Riaño. El alcalde debe ordenar su destitución a título póstumo, está volviendo locos a los trabajadores del Ayuntamiento, obligados de modo contradictorio tanto a entrar como a salir de un inmueble de posguerra que aún no ha firmado la paz con las constructoras y las cementeras.

Riaño es un cántabro que llegó a Sevilla mucho antes que Trifón. En 1523, nada menos. Tan rápido hizo méritos que tres años después se estaba erigiendo las Casas Consistoriales según sus trazas, y en 1528 le nombraron maestro mayor de la Catedral para enriquecer un templo (por ejemplo en la Sacristía Mayor) que parecía inacabable. Tan productivo era que lo compaginaba con encargos que le hacían en Valladolid, donde tuvo la ocurrencia de morirse en 1534, quedando a medio hacer sus labores catedralicias y consistoriales, pasando a manos de sus colaboradores. Con personas de tanto talento como Riaño entró el Renacimiento en Sevilla. Pero salió demasiado rápido por patas, aquí sólo había prisa por encontrar oro en las Indias.

Riaño es sinónimo de inacabado. Y el Ayuntamiento de Riaño es sinónimo de ciudad a medias, de población atónita con el tejemaneje dentro del PSOE a cuenta de un edificio donde no se consensúa ni su estabilidad. El Prado, por antiguo, es territorio de fantasmas. El de Riaño, el del edificio que planeó Moneo, el de la noria de la que nunca más se supo, el de Emilio Carrillo teniendo la razón que le desautorizó Monteseirín,... Como ahora, ¡oh improvisación!, no saben dónde recolocar a los funcionarios para que trabajen, alguien debería asumir la responsabilidad de este ridículo en el que la seguridad laboral y la gestión eficaz de la cosa pública son rehenes de los contubernios. Pero no lo duden, la culpa de todo la tiene Diego de Riaño.

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