EN pocas ocasiones se ha asistido en este país a una ceremonia de la confusión como la vivida la pasada semana por parte del fútbol y sus alrededores. La reforma tributaria que afecta a muchos de los jugadores que trabajan en España ha sacado de nuevo la demagogia oculta de todos aquellos que suelen utilizar el deporte para hacerse ver y dejarse notar.

No obstante, nada ha sido más ridículo que la actuación ofrecida por el propio fútbol. Más bien, por la Liga Nacional de Fútbol Profesional (LNFP). Salió su presidente, José Luis Astiazarán, para alertar al mundo de la hecatombe de una ¡huelga! Luego rectificó el ex presidente de la Real Sociedad para hablar de parón dado el ridículo hecho al amenazar con la primera huelga convocada por una patronal. Al final, parece que el sentido común llegó a tan nobles cabezas para iniciar un diálogo con el Gobierno acerca de la reforma tributaria y otras cuestiones.

Y es que es ahí donde el fútbol debe dar la cara y no enfrentarse a todo el mundo por algo que no responde más que a los principios de justicia e igualdad que deben existir en todo Estado de Derecho. El mundo del fútbol lo que debe hacer es reclamar lo que es suyo, preguntar por qué recauda una parte ínfima de las quinielas cuando sin los clubes no habría juego, por qué para el fútbol el IVA supone el 10% más que para cualquier otro espectáculo, por qué hay que televisar un partido en abierto, cuando eso no se hace en ningún lugar de Europa…

Ésas y otras cosas son las que debe negociar el fútbol, no el hecho de que un club pague por un jugador extranjero los mismos impuestos que por uno nacional. Y no por ello se va a acabar la Liga ni el fútbol ni van a dejar de existir grandes fichajes. Que se sepa, antes de que se promulgara la ley ahora reconvenida, por aquí aparecieron Maradona, Ronaldo, Figo, Zidane…