La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El deber de no olvidar

Es un deber no olvidar a quiénes y por qué asesinaron a Alberto y Ascensión, y quiénes son sus herederos

Mañana del 30 de enero de 1998. Una tristeza a la vez personal y colectiva, mía y de todos, se abatió sobre la ciudad. Paralizándola. Callándola. Ahogándola. Todo era dolor, incredulidad, silencio y gris. Un frío interior que helaba más que aquel húmedo amanecer nublado. Un frío como solo se siente al despertar una mañana de duelo en la que tanto trabajo cuesta repetir los necesarios gestos cotidianos a los que el dolor ha privado de su reconfortante sentido, convirtiéndolos en una penosa obligación. Lo sentimos, la mayoría de nosotros, aún de noche, al poner la radio. Nos aseamos y nos vestimos mecánicamente, con esa helada sensación interior de duelo. Llorando, incluso los más duros al llanto, sin poder contenernos. Nos echamos a la calle buscándonos desesperadamente los unos a los otros. Muchos, no sabiendo dónde ir, acudimos a los alrededores del Ayuntamiento. Se formaban grupos espontáneamente en los que se hablaba en voz baja, como en un velatorio. La ciudad entera se puso de luto espontáneamente, sin necesidad de convocatorias. Frío. Muerte. Dolor. Estupefacción. Ira.

Han pasado 25 años. El seis de abril de 2022 se escribía en este periódico: "Los miembros de ETA que asesinaron al concejal Alberto Jiménez Becerril y a su esposa Ascensión García Ortiz, más cerca de las cárceles del País Vasco. La Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, dependiente del Ministerio del Interior, ha aprobado el acercamiento de otros siete presos de ETA a cárceles de País Vasco y otro más a Navarra. Entre los reclusos que se han beneficiado de esta medida se encuentran Mikel Azurmendi y José Luis Barrios, que fueron condenados a 30 años por los asesinatos del concejal del PP Alberto Jiménez Becerril y de su esposa…". Los apoyos son los apoyos: "Tenemos 200 presos en la cárcel -dijo Otegui- y si para sacarlos hay que votar los Presupuestos, pues los votamos".

Una memoria histórica tan larga para los crímenes del franquismo como corta para los de ETA ha impuesto una normalización que es un blanqueo que iguala verdugos y víctimas, si no, incluso, pretende el olvido en nombre de la convivencia y la paz (Zapatero: "Otegi ha hecho un discurso por la paz"). Convirtiendo en rémoras rencorosas y vengativas a las víctimas y a cuantos nos negamos a olvidar quienes y por qué asesinaron a Alberto y Ascensión, y quienes son hoy sus herederos y blanqueadores.

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