Se declara inaugurada la campaña electoral para 2024

Pedro Sánchez sale bien parado del Debate del estado de la Nación: se apropia de la agenda de la izquierda y cohesiona al gobierno. Rompe el cerco de las encuestas, coge el BOE y advierte de que irá "a por todas". El PP, en contra de gravar a los bancos y empresas productoras de energía, tiró de ETA

Pedro Sánchez conversa con la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz durante el Debate sobre el estado de la Nación.

Pedro Sánchez conversa con la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz durante el Debate sobre el estado de la Nación. / EFE

Pedro Sánchez se ha puesto las pinturas de guerra. Va a dar la pelea hasta el final: contra el descrédito, contra las encuestas, la inercia y los apriorismos; contra el PP, contra "los señores del puro" y contra el desánimo de los suyos, que los socialistas pasan de la euforia a la depresión en un santiamén. Esa es la conclusión más importante de su intervención en el Debate sobre el estado de la Nación. No me rindo, ha venido a decir en el momento clave. Venía de tres semanas muy duras tras la pérdida absoluta de poder en Andalucía, tras gestionar como ha podido la demoscopia apretándole para los adentros y resistiendo en La Moncloa las desavenencias con sus socios a cuenta de los presupuestos de Defensa, una mala resaca de la cumbre de la OTAN que lo había proyectado internacionalmente solo unas horas antes. Las medidas anunciadas cohesionan de nuevo a la coalición, aunque la paz cada vez dura menos. Acercan a Sánchez a la izquierda haciéndose perdonar su exacerbado perfil atlantista y se pone a competir en el mismo espacio de Yolanda Díaz, a quien le dejó un recadito "con alma".

Hay pelea. Ese "a por todas" en versión Pedro Sánchez es un capítulo más en su manual de resiliencia y el chupinazo extraoficial a la campaña electoral. La agenda de UP ya es del PSOE. Sin pactarla se la ha apropiado en un movimiento político que a la vez evita futuras crisis en la coalición y resuelve la presión pendiente por la imposición de esos nuevos gravámenes a los sectores de la banca y la energía. Vienen días de fervorín. Ocurre que de una semana a otra las cosas no cambian tanto. Seguramente ni en el PSOE estaba tan al borde del abismo ni ahora está a punto de un triunfo apabullante. Mesura y vista larga. Pero aunque la música hoy suene fatal para los intereses socialistas su líder ha decidido salir a campo abierto a jugarse el tipo.

El intento de remontada empieza por el BOE

¿Por dónde empieza el intento de remontada? Primero recordando que tiene el Gobierno: gobernar es la clave de bóveda de la política, aunque a veces lo olvide todo el mundo, salvo Andreotti. Le concede el poder y la iniciativa a quien lo ejerce. En segundo lugar, angulando la posición política del ejecutivo - ¿los votos siguen estando en el centro? -; y en tercer lugar, con el BOE en la mano. No hay nada tan transformador como el BOE. Lo demás es contingente.

Evidencia: hay dos Españas. No son las de Machado, son del siglo XXI, pero siguen ahí. Una que ha optado por acelerar por el carril de la izquierda asumiendo el compromiso con quienes pagan más cara la crisis y por la senda de la memoria histórica. Y la otra España, que sigue amarrada a la utilización del terrorismo aunque ETA no exista hace ya diez años y anclada en cualquier rechazo a progresar en la reparación de las víctimas de la dictadura. Caiga la que caiga en enero de 2024, difícilmente sus votantes más ideologizados le reprocharán traición u ortodoxia. Los más moderados seguramente tengan otra opinión. El PSOE con Pedro Sánchez ha optado por poner todas las fichas en una agenda progresista destinada a paliar las consecuencias económicas de la guerra de Ucrania y sus derivados -inflación, subida de tipos de interés, crisis de los alimentos y los carburantes- y con decisiones muy relevantes y controvertidas respecto a gravar los beneficios de la banca y de las empresas dedicadas a la generación de energía, como hacen ya otros países como Reino Unido, Grecia o Italia, donde el liberal y ya dimitido Mario Draghi gravó los beneficios extraordinarios de la banca con un 10% y después lo elevó al 25%.

Un informe de CCOO calcula que las empresas del sector han elevado su margen de beneficios un 60%, lo que representa un 27% más que el incremento registrado en la eurozona. Lo de Sánchez es una declaración de intenciones. Al poder económico le ha dicho sin decirlo que ya sabe que no cuenta con ellos y que va a por los votos de quienes ya le hicieron presidente.

El "asalto" institucional: a ver quién tira la primera piedra

El PP, con Alberto Núñez Feijóo de oyente, sorprendentemente renunció a entrar a fondo al debate económico sobre las medidas propuestas y se empleó en denunciar que el gobierno trata de gobernar más allá de los límites democráticos, como lo demostraría "el asalto" institucional. Es muy vaga esa acusación. La basan en que Sánchez nombró a personas afines en el CIS, Correos o la Fiscalía general del Estado. El PP ha descubierto ahora que los gobiernos colocan a personas próximas cuando no directamente militantes y ex cargos públicos en empresas públicas, participadas o privadas, ese escándalo ya institucionalizado. No estamos ya para estas tonterías. Aznar lo movió todo. Recordemos solo que colocó a Francisco González en Argentaria, a Manuel Pizarro en Endesa o al infausto Villalonga en Telefónica. Rajoy no dejó títere con cabeza: Enagas, Indra, Hispasat, Cetarsa, Tragsa, Red eléctrica, Aena e incluso nombres como Isabel Tocino, Ana Palacio o Fernández de Mesa fueron a parar a empresas del Ibex. No deberían seguir perdiendo el tiempo con estas baratijas políticas que solo encuentran evidencias de idéntico o agravado comportamiento como respuesta.

El PP, mudo respecto a los bancos

Es pintoresco que la contrapropuesta al discurso de Pedro Sánchez fuera el terrorismo. Era un debate muy angulado a la economía y la izquierda, en el que un partido de corte liberal podía haber profundizado sobre los principios de su ideología, el libre mercado, la competencia o el efecto boomerang de la subida de impuestos a los bancos según cuándo y cómo. Incluso podrían haber dicho que los gobiernos que aplican impuestos a la banca lo hacen para recuperar ayudas, por ejemplo, o que el propio BCE advirtió en 2019 que este tipo de impuestos pueden generar un efecto dominó en el bolsillo de los ciudadanos ya que pueden derivar en la concesión de menos créditos al tener que sacar dinero de otro sitio para las provisiones de crédito. Aunque posiblemente haya más margen de lo que dicen los bancos.

El PP tenía argumentos de sobra para haber contrarrestado la propuesta. Un debate de política general sirve para eso. Al fin y al cabo, fue el gobierno del PP el que puso sobre la mesa 42.500 millones de euros para rescatar a los bancos. La pregunta es por qué el PP no entró al fondo del asunto de los impuestos a la banca o las eléctricas. Seguramente porque al cogerles el anuncio a contrapié, pensaron que oponerse tal cual era perjudicar sus intereses, dado el enfado social con los precios de la luz o la inflación, que ha colocado una sandía hasta los 14 euros el kilo. Así que se tomaron su tiempo para pasar la posición por sus laboratorios. Tardaron 48 horas en pronunciarse. Y a través de un comunicado anunciaron que votarían en contra a los impuestos a la banca y a las empresas productoras de energía a la vez que se abstenían en el segundo decreto anticrisis, lo que facilita un éxito al Gobierno, que además ha recuperado a ERC en ese camino, y a ellos los deja colocados de perfil.

ETA, presente

La crisis económica fue la primera invitada del debate. El segundo fue ETA. El habitual recurso del PP al terrorismo nos retrotrae al mismo PP de Aznar, Rajoy o Casado. Sin matices. Feijóo tiró del comodín del público y recurrió a una banda terrorista que no existe hace diez años. Está escrito en algún manual de la calle Génova y cada nuevo presidente lo desempolva y lo hace suyo. Evidentemente rechina esa ley de memoria democrática apoyada por Bildu y el grave error - o fielato- de admitir su extensión hasta 1983. Bildu, por cierto, va ganándose un espacio diferente al que se le presumía a base de pragmatismo y dando estabilidad al Gobierno: de hecho es hoy el socio más estable. Moderado en las formas, apoyando asuntos de interés general (reforma laboral, Presupuestos Generales del Estado, Salario mínimo vital, etc.) o dando pasos hacia la empatía con las víctimas, aunque sea insuficiente mientras no medie una petición de perdón por aquellos que fueron brazo político de ETA, sobre todo los de Sortu. El nuevo Bildu cada vez inquieta más al viejo PNV, cuyos votos ya no son tan determinantes en Madrid, aunque tenga todo el poder en el País Vasco.

Pero más allá de las indiscutibles razones morales de las víctimas, el PP debería preguntarse si además de para obtener los titulares adecuados, volver al asunto del terrorismo le va a ayudar a ganar las elecciones. Feijóo lo vio claro en sus primeros compases: el foco está en la economía. El terrorismo, sus secuelas y sus complicidades ya no mueven el molino. Agitan a la opinión pública, le dan munición a muchos y ayuda a la derecha a presentar falsamente al PSOE como una especie de aliado de los terroristas, aunque ese intento se cae por su propio peso. Es cierto que apoyarse parlamentariamente en Bildu tiene un precio y Sánchez debe asumir su coste. Pero, a pesar de esa decisión política que tanto lastra la imagen del ejecutivo, es inmoral proponer como idea que el PSOE mantiene o mantuvo complicidad alguna con el mundo de ETA. Por eso es veneno recurrir a esa figura. Porque sitúa a la mitad de los demócratas que pusieron muchas víctimas, voluntad, inteligencia y decisión política en un bando con el que solo ha intercambiado desprecio. Eso no debería permitírselo el PP. Si hasta Aznar guiñó a la banda llamándola Movimiento de Liberación Vasco, acercó a 33 presos a cárceles de Euskadi o se mostró dispuesto "a ser generoso" con los terroristas si dejaban las armas. A nadie se le ocurriría decir que Aznar fue un cómplice de ETA, que, por cierto, quiso asesinarlo.

Reunirse con las asociaciones de víctimas en el Congreso -aunque algunas muy notables se descolgaron- mientras se debatía la nueva ley de memoria democrática, como ha hecho Feijóo, es echar leña húmeda al fuego para hacer humo. Mantener al PP al margen de la reparación a las víctimas del franquismo sigue siendo un problema para todos y un lastre del que no se libera el partido conservador. Los periodistas Antonio Jiménez Barca y Pablo Ordaz escribieron un libro titulado Así fue la dictadura, muy pertinente y esclarecedor para quienes tengan dudas de qué va la ley, pese a que cualquier impulso legislativo del que dimita el PP está condenado a ser solo el esfuerzo de una parte y por lo tanto a perpetuar las injusticias.

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