Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Ni para atrás ni para delante

Los sevillanos tienen una visión estancada de su ciudad y no como algo coyuntural, sino como parte del ADN local

Cada seis meses el Centro Andaluz de Prospectiva que dirige el incansable y transversal Antonio Pascual publica de la mano de la Cámara de Comercio, presidida por el también incansable y transversal Francisco Herrero, un barómetro socioeconómico de la ciudad que, en la práctica, supone tomarle la temperatura a esa eterna convaleciente que es Sevilla para confirmar que sigue con el pulso bajo y que para levantarse necesitaría una buena dosis de vitaminas que no parece que estén a su alcance en la farmacia. En la última edición se recogen conclusiones que no hacen sino confirmar diagnósticos anteriores: la ciudad está sucia y eso es en la principal roncha detectable en la gestión del alcalde, los sevillanos no se dejan engañar con señuelos y quieren un Metro de verdad, Juan Espadas es un alcalde que se está rodeando de un halo de gestión discreta y eficaz y que más que estar haciendo las cosas muy bien parece que nos conformemos con que no las haga muy mal… Así, el barómetro recopila un gran número de datos que no supondrán una gran sorpresa para cualquier lector atento de Diario de Sevilla, porque vienen a subrayar las informaciones y opiniones que, con más frecuencia que la que le gustaría, recoge este periódico.

Hay, sin embargo, un dato que se repite en casi todas las entregas del barómetro y que llama poderosamente la atención. Cuando a los sevillanos se les pregunta si creen que su ciudad ha mejorado o empeorado en el último año son una mayoría -en esta entrega roza el 40%- los que responden que ni una cosa ni la otra, que Sevilla está estancada y no va ni para atrás ni para delante.

Dejando a un lado la obviedad de que en términos de progreso social no avanzar significa retroceder, resulta significativo que el estancamiento sea la visión predominante que los sevillanos tienen de su ciudad. Si se hiciera la misma pregunta -que ignoro si se hace- a los malagueños o a los bilbaínos, seguro que la respuesta no sería la misma, porque son ciudades que se mueven, en las que las que pasan cosas y en las que la sociedad es dinámica. La gran diferencia con Sevilla es que aquí parece que nos conformamos con no ir para atrás o, por lo menos, con que no se note mucho. Y el problema es que no estamos hablando de una situación coyuntural o de los coletazos de la crisis económica. Lo que de verdad alarma es que ese estancamiento está instalado en el ADN de Sevilla. Basta mirar el último cuarto de siglo, desde el final de la Expo a hoy mismo para comprobar que la ciudad no encuentra su medicina. Quizás porque no se preocupa de buscarla.

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