La ciudad y los días

Carlos Colón

La democracia no se exporta

LO que hemos empezado no puede tener vuelta atrás. Egipto comienza una nueva era". Lo ha dicho el Premio Nobel de la Paz El Baradei, posible líder del movimiento democrático egipcio, ante los manifestantes de la plaza Tahrir de El Cairo. Para bien o para mal, tiene razón. Para bien si se logra que la democracia llegue a Egipto y Túnez. Para mal si el derrocamiento de los dictadores y la confusión son aprovechadas por los fundamentalistas. Y tantas posibilidades hay de que suceda lo primero como lo segundo. Si no más lo segundo. Porque la democracia no se exporta; nace de unas determinadas condiciones de vida y un concreto clima cultural.

Hasta ahora, y casi sin excepciones, la democracia ha sido fruto de la generalización del bienestar y la ascensión de las clases medias urbanas. Allí donde no se daban estas condiciones, las revoluciones han degenerado en totalitarismos de diverso signo. Pasó en Rusia, China y Cuba, como pasó en España tras el golpe de Estado de 1936. O, precedente peligroso, como pasó en Irán en 1979. El derrocamiento del sha, lejos de abrir las puertas a la democracia, dio paso a la República Islámica de Jomeini. Y no se olvide que durante su exilio parisino Jomeini fue celebrado por la izquierda europea, con el inevitable Foucault a la cabeza, como liberador de la tiranía del sha. Jomeini, escribió entonces Foucault, recuerda "algo que Occidente había olvidado desde el Renacimiento y la gran crisis del cristianismo: la posibilidad de una espiritualidad política". Añadiendo: "El Islam, en el año de 1978, no fue el opio del pueblo, porque fue el espíritu de un mundo sin espíritu".

Todo depende de que en el actual torbellino egipcio se imponga la oposición laica o lo hagan los Hermanos Musulmanes. Ya que Túnez fue el primer movimiento de esta sinfonía todavía no se sabe si democrática o teocrática, debería preocupar el clamoroso y multitudinario regreso del líder islámico Rachid Gannuchi desde su exilio londinense, recibido al grito de "el pueblo es musulmán y el pueblo no se rinde". De momento desde sus filas se ha negado que suscriban el lema "el Islam es la solución", garantizado la pluralidad y afirmado que "nosotros no imponemos políticas a nadie, aplicamos el deseo del pueblo". Lo último es preocupante por atribuirse la capacidad de interpretar cuál sea ese deseo y la potestad de aplicarlo.

Ya se verá si los sucesos de Túnez y Egipto desembocan en democracia o teocracia. De momento los Estados Unidos y la Europa que cuenta (Sarkozy, Merkel y Cameron) intentan impulsar una salida democrática auspiciada por Mubarak. Difícil.

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