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Ojo de pez

pablo / bujalance

Por una derecha intelectual

DE los motivos esgrimidos por Arias Cañete para justificar su mal rato ante Elena Valenciano se deducen dos signos del viejo hidalgo español: la consideración silenciosa de la propia capacidad intelectual como superior a la del oponente y la galantería que obliga a extender las chaquetas sobre los charcos para evitar que las señoras se mojen los zapatos. Pero, claro, un hidalgo de los de antaño se confesaría como mucho en la taberna con los amigotes, no delante de las cámaras. Al candidato popular le faltó decir que, si Valenciano hubiese tenido entre las piernas lo que tenía que tener, le habría citado con total sentido de la oportunidad a Ortega, a Voltaire y a Churchill, y así la habría aniquilado sin contemplaciones; pero, como tocaba cortesía y flor en la solapa, el debate fue un tostón de categoría, por más que el buen hombre ardiera por dentro, como en una novela de Flaubert. Lo mejor fue cuando salió casi a la par Felipe González para decir que se lo había pensado mejor y que de aquello de la coalición ni mihita. Eso sí, en todas partes cuecen habas: en su etapa de ministro socialista, Semprún se preguntó a menudo, como Labordeta, qué hago yo aquí; y también Zapatero se deshizo de César Antonio Molina por muermo.

Tal vez Arias Cañete tenga escrito en secreto el octavo punto del Tractatus de Wittgenstein, pero, en cualquier caso, la posición de la derecha española como referente intelectual es ahora, cuanto menos, delicada. El ministro Wert consideró que una buena forma de españolizar a los niños catalanes era desterrar las humanidades del currículum educativo, y por ahí van los tiros. El episodio de la trayectoria académica falseada de Moreno Bonilla fue, cuanto menos, bochornoso, y por más que el hombre se haya explicado sigue sonando a chufla. Uno no quiere ni imaginarse lo que le soltarían Rafael Hernando o Celia Villalobos a Miguel de Unamuno si lo tuvieran delante, pero en general esta derecha parece haber olvidado aquello de venceréis pero no convenceréis; seguramente porque, con el PSOE condenado a los infiernos, ya no le hace falta convencer a nadie.

Cuando los alcaldes malagueños del PP organizaron el escrache a Susana Díaz recordé que una vez hubo una derecha ilustrada, que leía a Jovellanos, frecuentaba las tertulias, iba al teatro y procuraba salir de la caverna sin salir de Falange. Pero con Aznar, cualquier inquietud intelectual quedó aniquilada en favor del tono caciquil y el culto al cuerpo. Más difícil se lo ponen a Cañete.

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