Aunque el dicho periodístico afirma que el lector tiene la memoria de un pez, imaginamos que recordarán ustedes aquello del "eje estratégico Sevilla-Málaga". Era 2015 y Juan Espadas no paraba de repetirlo en cualquier foro público al que acudía. Se suponía que después de décadas de rivalidad (un sentimiento que, sinceramente, se vive de una manera más intensa en la ciudad mediterránea que aquí), ambas capitales evolucionarían hacia una cooperación en la que Málaga pondría su pujanza económica y Sevilla su peso demográfico, histórico e institucional. Con optimismo, los más teóricos y conceptuales hablaban de superar el modelo competitivo para construir un modelo colaborativo. Sevilla-Málaga, tanto monta monta tanto. Ambos alcaldes, Espadas y el incombustible Francisco de la Torre se hicieron las fotos y poco más. Más allá de la farfolla, nunca se definieron auténticos objetivos realistas y verificables. Con el tiempo se demostró que aquello, como todo lo que requiere para su explicación de una retórica artificial y un tanto críptica, era un auténtico soufflé.
Sin embargo, el "eje estratégico" seguía ahí, como un matrimonio rutinario y cuyo único sentido era ya el de guardar las apariencias. Hasta que el pasado martes, el alcalde malagueño tuvo la sinceridad de reconocer la definitiva ruptura. El casus belli esgrimido por el político boquerón es la falta de entusiasmo de Sevilla en el apoyo a la candidatura malagueña para acoger la sede de la Agencia Europea del Medicamento, una de esas maderas de deriva generadas por el naufragio del Brexit. En cualquier caso, un desinterés similar al que ha mostrado Málaga en apoyar el estatuto de capitalidad de Sevilla. En estas cuestiones de pareja, los reproches, aunque no muy elegantes, son siempre inevitables.
La principal causa del fracaso del eje Sevilla-Málaga ha sido su propia inutilidad. Claro que es importante una colaboración estrecha entre ambas ciudades, las dos de mayor peso en Andalucía, pero ésta depende más de los sectores productivos de nuestras economías y de las posibles acciones de coordinación de la Junta de Andalucía que de las voluntades de dos alcaldes que, para colmo, pertenecen a partidos enemigos. Está bien que haya buen clima entre ambas capitales, pero esto es difícil de alcanzar con la retórica de rivalidad pueblerina que se ha instalado en sus relaciones. Ya hace tiempo que Espadas no va por ahí, de acto en acto, dando la tabarra con el pretencioso eje estratégico, y habla más de Metro, limpieza y esas cosas que interesan a los ciudadanos. La derrota del eje era tan inevitable como necesaria.
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