La tribuna económica

Joaquín Aurioles

El desempleo andaluz

AUNQUE el lapsus del verano nos ponga a prueba la memoria, hubo una serie de meses en los que las cifras de paro registrado descendieron en Andalucía. Está en la web del Instituto de Estadística de Andalucía y en las hemerotecas, donde se aprecia la coincidencia con la polémica sobre la reforma laboral. Ahora sabemos que se trataba de un espejismo estacional, esa característica tanto dificulta la interpretación de las cifras de empleo, pero era fácil por entonces apuntarse a la tesis del final de la caída.

El recorrido destructivo había sido tan largo e intenso que hay que disculpar a los que sucumbimos a la tentación de interpretar los primeros datos en negro como auténticos brotes verdes. Espejismo, sin duda, que se desvanecía tan pronto como se recordaban las expectativas de crecimiento, la parálisis del crédito y la carga del sector público. En estas condiciones es imposible crear empleo y mucho más reducir el paro, así que el nuevo varapalo de la EPA, y el más reciente del paro registrado, vienen a confirmar lo que se esperaba. Andalucía sigue cayendo, a pesar de lo difícil que debe ser empeorar una situación tan deteriorada como la actual. 56.000 empleos menos, según la EPA, en lo que va de año y 135.000 parados más. En lo que se refiere al paro registrado en las oficinas de empleo, y a pesar de los datos positivos previos al verano, el saldo de los últimos 12 meses refleja un aumento de 68.000, de los que 15.000 corresponden al pasado mes de octubre. Valoraciones interesadas, algunas tan importantes como la del nuevo ministro de la Presidencia, pretenden disfrazar de bueno un dato pésimo, mediante su comparación con otro peor, aunque todavía resulta mucho más difícil de comprender los fundamentos de su convicción sobre que "2012 será clarísimamente mejor". Entre las valoraciones más estrambóticas hay que reconocer a la "teoría del paro solidario", del anterior consejero de Empleo de la Junta.

Sostenía que cuando un miembro de la familia perdía el empleo, todos los que están en edad de trabajar acuden solidariamente a inscribirse en las oficinas de empleo. La consecuencia era el aumento de la cifra de población activa y del número de parados, lo cual puede resultar una explicación algo peculiar, pero sin duda coherente, de las características del paro andaluz. Podemos entender, por ejemplo, que Andalucía esté a la cabeza de Europa en tasa de paro juvenil, 45%, o que el 95% de los nuevos parados sin empleo anterior se hayan registrado en nuestra comunidad.

Se acabó el margen para culpar a la crisis internacional de la gravedad de la situación o a la codicia de los bancos, que ahora agotan su todavía estrecho margen de liquidez en atender las demandas de crédito del sector público. Estamos obligados, y así se lo indicaron nítidamente los funcionarios de Torre Triana a la consejera de Hacienda la pasada semana, a un cambio de rumbo radical en la gestión de nuestros escasos recursos, especialmente los públicos, es decir, aquellos que hemos dejado en manos de nuestros representantes para que administren nuestros interés general, que por cierto conviene no confundir con el interés de unos cuantos.

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