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Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Cómo se destruye una ciudad

En Sevilla se han cometido desmanes urbanísticos ante la indiferencia más absoluta de sus habitantes

Los desmanes urbanísticos no son una cosa nueva en Sevilla. Es más, se podría decir que es una constante de su historia más reciente, con dictadura y con democracia, con ayuntamientos socialistas y con populares. Si hoy soltásemos en el centro a alguien nacido a finales del siglo XIX o principios del XX, den por seguro que se perdería, después de llevarse un gran disgusto a poco que supiese apreciar la riqueza patrimonial de su ciudad. Tan constante como la destrucción del tejido urbano ha sido la indiferencia que al respecto han mostrado sus habitantes, que han asistido sin inmutarse a operaciones altamente especulativas que ha supuesto el arrasamiento sin contemplaciones de auténticas joyas de nuestro patrimonio, perdidas ya para siempre.

La lista de barrabasadas de los últimos cincuenta o sesenta años darían para llenar una enciclopedia. La más reciente está todavía en marcha. Se trata del atentado que se está cometiendo en la Palmera con la construcción, en solares donde siempre ha habido casas unifamiliares, de auténticos mamotretos con uso inicial para residencias de estudiantes, que es lo que permitía la normativa hasta ahora vigente, pero con vocación de convertirse algún día en hoteles en una ciudad que aspira a ser un gran alojamiento. Quede para la historia que este desmán lo ha hecho un Ayuntamiento socialista que sólo reaccionó, tarde y mal, cuando se empezaron a alzar voces, entre ellas de forma muy significada la de este periódico, alertando del peligro de que se consumara la destrucción de unos los paseos con más sabor de la ciudad. El Ayuntamiento se escudaba en el Plan General de Ordenación Urbana de 2006, que en absoluto preveía o impulsaba la destrucción de la Palmera.

En este caso se ha producido una contestación ciudadana que no se ha dado en otros recientes. Esta misma semana vecinos de Los Bermejales, de Heliópolis y de la Barriada Elcano han salido a la calle para protestar por unos atentados urbanísticos que afectan directamente a su calidad de vida. Y no es la primera vez que este caso saca a grupos de sevillanos a la calle. Un avance que hay que valorar. Aunque este tipo de cuestiones no movilicen a las masas, empieza a calar una conciencia ciudadana sobre lo que se juega Sevilla con la defensa de su patrimonio. Lo que se ha perdido ya no tiene remedio, pero si se permiten en el futuro nuevas actuaciones como la que ha tenido lugar en la Palmera, Sevilla ahondaría en la pérdida de su identidad. Las ciudades son entes en constante transformación, pero es misión de sus autoridades y de sus pobladores que esa transformación sirva para engrandecerla y no para arruinarla.

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