ESTA tarde podremos ver al primer Betis de Poyet, Marcos Álvarez anda haciendo hincapié en el que quizás haya sido el talón de Aquiles del equipo, el club anuncia que ya se ha superado la cifra de 30.000 socios, Joaquín reclama el 17 como yendo a la búsqueda del tiempo perdido, Ceballos desvela que llega como un junco y que Poyet le ha pedido un mínimo de diez goles, y el Betis quema grasas en Marbella con la ilusión de su clientela por las nubes.

Es el nuevo Betis de cada año, que ya sabemos cómo abundan los kilómetros Cero en su día a día. Y de todo cuanto ocurre, hasta por encima de esos 30.000 socios que lo confirman como el de mayor masa social de Madrid para abajo, me quedo con el ideario que Marcos anda inculcando en el plantel. ¿De qué te sirve estar bien al final si no lo has estado al principio?, declara el competentísimo preparador físico mientras la gente suda la gota gorda en el microclima marbellí.

También llama la atención algo que no debiera llamarla y es la fidelidad del beticismo. Sabemos cómo se las gasta en la maduras, pero es digno de encomio cuál es su comportamiento en las duras. Pero volvamos al ideario de Marcos, que es gran conocedor de las virtudes y de los defectos de un club que no es cualquier cosa para él. Sabedor de qué puntos fueron los que hicieron más débil al Betis, el brazo derecho de Poyet está en la tarea de llegar a la intensidad por la vía del trabajo.

Mejorar el físico para ir al balón en, como mínimo, las mismas condiciones que el rival es lo que mejor le va a venir a un Betis que no se distinguió por su sentido de la competitivdad en estos últimos tiempos. No conozco de nada a Poyet, pero sí me enganchó que trajese de su mano a Marcos, al que sí conozco y mucho desde que no estuviese en la élite de los preparadores físicos. Sé de su competitividad y eso me da opción a que el optimismo no sea sólo el ánimo de un verano más.