FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

Puntadas con hilo

María José Guzmán

mjguzman@grupojoly.com

El día después

Cuando el coronavirus pase dejará una huella personal que aún ni siquiera sospechamos

Asomarse cada tarde a las ventanas y balcones para aplaudir se ha convertido en una necesidad vital. Es algo más que unos minutos para dar las gracias y homenajear a los sanitarios y otros profesionales que están haciendo que el mundo, a pesar de habernos bajado casi de golpe, siga girando. Es un momento para respirar y oír que no estamos solos y que conforme avanza el confinamiento se hace imprescindible. Y surgen nuevas convocatorias festivas para arrancar sonrisas y también de recogimiento para recordar a los que se han ido.

Pero cuando las puertas vuelven a cerrarse es inevitable una pregunta: ¿qué pasa detrás de cada una de ellas? Es algo casi instintivo. Miramos alrededor, intentando recordar quién vive detrás de cada una, de las que tienen luz y de las que llevan días cerradas, oscuras, opacidad que preocupa más que nunca.

La crisis sanitaria y social que sufrimos ha sacado lo mejor de muchos, pero también lo peor. Hay gente atrapada, enjaulada en una cárcel a la que el confinamiento sólo ha echado un cerrojo más. Si dos semanas de encierro obligan a cualquiera a esforzarse por no elevar la voz en algún momento del día ni crispar el ambiente, donde hay poca o ninguna armonía arde un verdadero infierno. Mujeres (y hombres) que sufren a diario la violencia de sus parejas o familiares, padres con niños enfermos o con trastornos que enloquecen en su cautiverio, centros de jóvenes conflictivos donde las rutinas se hacen imposibles, cuidadores de personas con alzhéimer que se desquician impotentes ante la imposibilidad de abrir la puerta y respirar un poco.

Entonces el hogar se convierte en el lugar menos dulce del mundo y se idean mascarillas 19, contraseña para que las víctimas de malos tratos pidan socorro en las farmacias, y pañuelos azules para que las familias con niños autistas salgan a la calle un rato sin ser increpados... Remedios para sobrevivir ante esa libertad prohibida. Y pensamos en la dureza de las prisiones. Oí una vez a alguien ser cauteloso ante los ex presidiarios porque nunca se sabe lo que es capaz de hacer alguien que ha vivido en una cárcel.

El día después nadie será igual que antes. Tal vez seamos mejores, o no necesariamente. Los miedos serán otros miedos. Me conmueve la imagen de un niño de corta edad recién adoptado que sonríe cuando se encuentra encerrado en el pequeño jardín de su casa porque se siente a salvo de esas personas con mascarillas que ve por la ventana. ¿Qué pasará por su cabecita? ¿Qué pasa por la de otros niños sumidos en una eterna fiesta pijama que escriben cuentos de un villano apodado Covid-19? Hoy también son héroes en miniatura, dignos del mayor aplauso que, a pesar de las dificultades, siguen horarios y clases por internet y han descubierto una forma de comunicación digital ajena al contacto físico. No sé si es bueno o malo. El día que las puertas se abran definitivamente, ¿hacia dónde correrán? La calle, el parque, el bar... eso acabará pasando, pero cuál será la huella que nos deje el coronavirus. Eso será otro camino por andar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios