El poliedro

Tres díasen Londres

La declaración del G-20 tras la cumbre londinense es tanto una cuestión de dinero como de tiempo y voluntad

EL encuentro del G-20 se ha dilucidado entre dos alternativas estratégicas, o sea, fundamentales: o vamos hacia el control y arbitraje de las finanzas internacionales -posición de la Europa que representan Francia y Alemania- o vamos hacia el rescate fiscal metiendo millones en el sistema, estimulándolo, y vuelta a empezar -Anglosajonia; Obama y Brown, el capitalismo en los genes y en el alma-. Y si nos vamos a enfadar, nos conformamos con un buen cóctel de ambas visiones. Somos lo que sabemos ser; la Vieja Europa social y controladora frente a (y al lado de) el capitalismo que habla inglés y que, a día de hoy, quiere continuar con las mismas reglas del juego con las que, todavía, ellos son los mejores. Estados Unidos y su cepa británica siempre al unísono, con un mismo idioma. Lo que llamamos Inglaterra no soporta, sin embargo, el presupuesto planetario de la Administración americana, hasta hoy paraguas de nuestra forma de vida, lo miremos como lo miremos. Estados Unidos es el líder. Obama se muestra como tal, y todos lo miran arrobados, al menos según las imágenes que engullimos. Sarkozy pasional y tajante, de la mano de Merkel; ya no se besan, pero sí se alían: exigen coordinación y reglas y sanciones asumidas sin ambages por todos. Obama y Brown -que ve cómo la economía ultrafinanciera y la moneda de su país, Gran Bretaña, se la pegan, como todos- defienden la intervención mediante costosísimos planes de estímulo que, por otra parte, ningún otro país podría afrontar por sí solo. Los dineros que implica el acuerdo (para qué poner la cifra aquí) van en su mayor parte para el FMI, que será el gestor del complejo programa y su colosal dotación. Para dotar todo ello hace falta legislar a nivel particular, país a país. Eso lleva tiempo. Mientras, el deterioro… y la renovación, ojalá. A modo de árnica, los síntomas inmediatos del acuerdo de Londres arrojan un optimismo inusitado de las erráticas bolsas de valores y un saco de declaraciones eufóricas. Veremos.

Estados Unidos, quien a la espera de reparto cargará con buena parte del coste, hará lo que tenga que hacer; en su país y allí adonde estén sus intereses. Su enfoque es claro: voy a tirar del carro, pero a mi manera. Damos gusto a Sarkozy con una agencia reguladora de la finanza universal… que menudo papel de policía tiene la recién bautizada Financial Stability Board. A la rata de los paraísos fiscales no sabemos quién la mata. Inusitadamente, eso sí, ningún país quiere ser paraíso, y Suiza colabora mucho.

Ahora ya ha concluido la representación de una Babel en Londres con multitud poliédrica de antisistemas, asistidísimos de razón, reventando la puesta en escena. Con el propio sistema en duda, todas las partes comparten un objetivo: seguir creciendo, no parar. Una huida hacia delante. De momento, se libera la fumata blanca de un consenso al que todas las partes deciden calificar de inesperado, tras las previas y sospechosas peleas de perro. ¿Creen que era posible un fracaso público de la Cumbre? No eran inesperados unos acuerdos que quien quería saber ya sabía: las legaciones, y sus agendas, mandan.

Zapatero, por nuestra parte, dice que ya sí que somos una potencia, y es muy optimista con el reality show más crucial y más corto, apenas tres días. Muchas personas, votantes, sienten inquietud e impaciencia. No hablemos de confianza, porque confianza queda poca. Nos queda esperar a ver en qué se sustancia la inyección fabulosa de fondos prevista y cómo se pretende fiscalizar que la cabra no tire al monte. Y cómo cada prohombre en su domicilio -Obama en su gran domicilio- gobierna la era de la tormenta. Con la ayuda de unos amigos que somos todos nosotros. No ha sido una mala semana, a fin de cuentas.

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