ESAS declaraciones del ex delegado sevillista Cristóbal Soria sobre el trato preferente que desde el club se le daba a los seguidores más entusiastas del equipo, léase ultras, o biris, o como se les quiera llamar, han causado una sorpresa que particularmente me sorprende. Lo que ha hecho el ex árbitro, ex delegado de equipo y hoy comentarista audiovisual de éxito era archicoconocido y lo que aporta es sólo alguna anécdota al respecto. De anécdota y no de otra manera hay que aceptar la tarugada del directivo, o consejero, que le amenazó con onerosa multa si el equipo no le rendía pleitesía a los biris a la terminación de un partido.

El sector ultra de cada club suele ser un poder fáctico dentro de ese mismo club, algo a lo que se llegaba mediante un trato de favor que a veces tenía mucho de bajarse los pantalones ante las exigencias de esos aficionados, que bajo la excusa de erigirse en jugador número doce no se paraban en barras a la hora de pedir. Peticiones que iban desde la abusiva demanda de entradas a la financiación del viaje. Eso no sólo pasó en el Sevilla, sino en todos los clubes y el que esté libre de pecado ya puede ir tirando la primera piedra. En todos los clubes, ese sector impresentable iba ganando cuota de poder y el chantaje era utilizado como arma eficacísima.

Yo he visto cómo muchos dirigentes se mostraban atribulados ante la magnitud del monstruo que habían contribuido a crear y fue Joan Laporta el primero que le puso el cascabel al engorro. Ahora es José María del Nido quien anda en esa tarea y la verdad es que le están complicando la vida más de lo normal en una sociedad normal. Conociendo al presidente del Sevilla, tengo la seguridad de que no cejará en la campaña de erradicación de los violentos. Sólo cabe desear que los no violentos sean los que hagan ese trabajo de limpieza para que en Nervión sólo tengan cabida los que animan, sólo los que animan sin exigir nada que no sea el juego del equipo.