FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El discurso del Rey defrauda

El discurso navideño no cambia la realidad: una mayoría notable apoya al Rey y una minoría estridente quisiera echarlo

Es lo que pasa cuando se generan expectativas desmesuradas sobre un discurso navideño y rutinario. También pasa cuando se les da más importancia a las palabras que a los actos. El discurso de Felipe VI resultó en cierto modo decepcionante: repleto de lugares comunes, emotivo y firme acerca de la pandemia y la crisis que nos asola, acertado en defensa de la Constitución y Europa, y elíptico e indirecto en lo que más se esperaba.

Que era el caso de su padre. El Rey emérito ha sido el elefante en la habitación que el actual ha fingido no ver, a pesar de que sus últimas aventuras constituyen la mejor baza, si no la única, de sus enemigos, los de la Monarquía parlamentaria, coyunturalmente instalados en el Gobierno o en la dirección estratégica del Estado.

Frente a una ofensiva persistente y descarada, sin recato ni pudor, lo más contundente que dijo en Nochebuena el Rey de España fue que "los principios éticos están por encima de las consideraciones familiares" y "nos obligan a todos sin excepción". Es poco si se tiene en cuenta que en 2014, cuando subió al trono, clamó contra los tratos de favor y el aprovechamiento de las responsabilidades públicas para enriquecerse y se comprometió: "Debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción".

Es poco, sobre todo, conociendo todo lo que ha hecho Felipe VI por modernizar y limpiar la institución que encarna (y asegurarse su continuidad, claro). Desde aumentar la transparencia de la Casa Real y el control de sus cuentas y actividades -por cierto, sale más barata que muchas instituciones autonómicas perfectamente prescindibles- a ejercer modélicamente de árbitro y garante de la igualdad y los derechos de los ciudadanos, pasando por el vaciamiento de funciones del anterior Rey, la retirada de su asignación económica y su propia renuncia a una herencia paterna envenenada por los paraísos fiscales o el origen tóxico de los ingresos. Estos hechos hubieran merecido un colofón de palabras menos implícitas en ocasión tan solemne y esperada.

Por lo demás, no creo yo que la gente corriente, que es la inmensa mayoría, estuviera pendiente del discurso navideño para sentirse monárquica o republicana. La opinión pública permanece donde estaba: una notable mayoría apoya al Rey y una minoría estridente quisiera echarlo. Y una ínfima cantidad de españoles, algo así como uno de cada cien, considera que éste es un problema que merezca la pena plantear. El discurso no cambia la realidad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios