Hay en Málaga un episodio de escapismo político local que se juega en el tablero nacional. Se confunde con transfuguismo porque se le parece, es el típico caso de coge el escaño y corre. Un concejal de Ciudadanos, diputado provincial, que fue candidato dos veces a la Alcaldía de la capital con desastrosos resultados, ha abandonado Cs y provocado una obscena subasta. La mayoría popular en el Ayuntamiento de Málaga depende de su voto y tras semanas de rumores, temores, conversaciones y nervios, finalmente ha sido fichado por el PP en la Diputación. Entre el sueldo provincial y las dietas de asistencia municipal redondea unos interesantes ingresos anuales de 90.000 euros.

La trama retrata a Ciudadanos. Si en la novela de Delibes el señor Cayo representaba la España vacía, la historia de Juan Cassá simboliza un partido vaciado: sin organización, sin ideología, sin estrategia, sin liderazgo regional. Fracasó en el primer intento electoral en 2015, pasó desapercibido de concejal cuatro años, cuando Rivera visitaba Málaga se le ignoraba, pero fue de nuevo candidato en 2019. Asombroso. Y desde entonces tiene el síndrome de Griezmann: luce una coleta parecida, pero no, no ha sido ni campeón del mundo ni de regional. No se sentía valorado por su partido y decidió incorporar el máximo valor a su disputado voto en el ayuntamiento.

Aquí entra en acción la política regional. El consejero Bendodo fue presidente de la Diputación y ejerce de jefe popular malagueño a todos los efectos; incluso pasa la mayor parte de la semana en su circunscripción electoral. Se dispuso a pagar la factura de la revalorización de Cassá, antes de que alguna mano caritativa del PSOE se le adelantara y provocase una moción de censura para echar a Paco de la Torre. Antes, le pidió la venia al teórico líder de Ciudadanos en Andalucía Juan Marín, cuya autoridad está deteriorada desde que no fuesen elegidos la mayor parte de sus candidatos a delegados para el congreso que nombró presidenta a Inés Arrimadas.

Dirigentes locales de Ciudadanos han mostrado su disgusto con su socio en ayuntamientos y el Gobierno andaluz por la manera en que el PP ha amarrado el futuro del oportunista. No ha pasado de una pataleta, porque el principal responsable del caso Cassá es Cs: la nueva política ha resultado todavía más mediocre que la vieja en el capítulo de selección de personal. Se abre a continuación otra subasta de cara al congreso regional que debe celebrarse en el próximo otoño invierno: quién será elegido líder y postularse candidato o candidata de Cs a la Presidencia de la Junta en 2022. Y como en la historia de Cassá empiezan los rumores, las rivalidades y los nervios; un buen escenario para cometer nuevos errores. La tentación de todos es aprovechar la Junta para hacer partido. Veremos.

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