Hoja de ruta

Ignacio Martínez

El doble de El Solitario

LÓPEZ Peña, el número uno de ETA detenido en Burdeos, tiene un doble. Es clavadito a Jaime Giménez Arbe, el atracador conocido como El Solitario. Siempre me han llamado la atención los apellidos genuinamente castellanos de alguno de los más sanguinarios matones de ETA. Si se llamase López Peña el máximo jefe de los comandos del IRA irlandés sorprendería lo mismo que ver a un hijo o nieto de la reciente emigración al País Vasco convertido en el fanático defensor de supuestos derechos seculares de los que su familia no tiene noticia. En fin, que no es ni de los López ni de los Peña de toda la vida de dios de Galdakao.

Pasa lo mismo con Carod-Rovira: se lamenta de la derrota de las tropas catalanas el 11 de septiembre de 1714 a manos del Ejército de Felipe V, pero su padre era un guardia civil aragonés. Y supongo que sus primos aragoneses le dirán José Luis, como la cosa más normal del mundo, con unos disgustos monumentales por parte de su pariente independentista catalán, que no podrá comprender que sepan que se llama Josep Lluis "hasta en la China popular" y no lo conozcan al otro lado del Ebro. La comparación es odiosa, pero también ocurre aquí en Andalucía, cuando alguien conocido de La Línea se casa con un/a gibraltareño/a y desde el día siguiente se dirige a sus antiguos amigos o vecinos diciendo con suficiencia "nosotros los británicos...".

Pero el caso de López Peña es digno de estudio. El parecido entre el atracador Giménez Arbe y el jefe etarra con nombre de maqueto y sueños de gudari aporta una contribución inestimable a la investigación científica de un determinado biotipo de delincuentes comunes, que podemos bautizar como APPP: altamente peligrosos y profundamente perturbados. Recuperen alguna foto de El Solitario. Reparen en esa mirada de loco con ojos claros, cara, mofletes sonrosados, pelo negro alborotado, los gritos chulescos o sus gestos bruscos y estamos ante un gemelo del gudari maqueto López Peña. Además, los dos tienen la misma edad, alrededor de 50 años, y ambos están algo fondones, la verdad.

La parte dramática es que estamos ante asesinos desalmados, con coincidencias fatales. Juan Manuel Piñuel, la última víctima de la banda terrorista gobernada por López Peña, era un guardia civil con casa y familia en Málaga, aunque destinado en la localidad alavesa de Legutiano, donde lo mataron la semana pasada. Y El Solitario está acusado de la muerte de dos guardias civiles no lejos de allí, en el pueblo navarro de Castejón, en 2004. Dos jóvenes acribillados a tiros, un asturiano de 31 años y un andaluz de 29, nacido en Cádiz y criado en Málaga, que se llamaba Juan Antonio Palmero. Los responsables de esas muertes, tan parecidos en su físico, crímenes, ideas y estado mental, comparten también ahora su destino. En la cárcel.

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