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LA CIUDAD Y LOS DÍAS

Carlos Colón

El "doblepensar"

LO que ayer decía aquí de la justicia se podría decir hoy de Sevilla: “El único principio legal que consideran es la pertenencia al partido o a la oposición… ¿Pertenece al partido y es “uno de los nuestros?: inocente. ¿A la oposición?: culpable. Y se acabó… Ya saben: lo del color del cristal (de partido) con que se mira”. Con la ciudad, lo mismo: el único principio histórico, conservacionista, sostenible o urbanístico que consideran los sectarios es la pertenencia al partido de quien lo ejecute. ¿Lo hace el PSOE? Entonces es progresista y sostenible, respetuoso para con el patrimonio y el medio ambiente. No importa que lo positivo (peatonalización, carril bici) se haga mal: sin dar alternativas de transporte ni garantizar la accesibilidad al centro; comiéndose las aceras o partiéndolas absurdamente en dos; creando, caso de la Avenida, un caos entre peatones, ciclistas, coches y Metrocentro en el que los primeros llevan las de perder. ¿Lo hace el PSOE? Entonces es ecológico y sostenible, aunque la masacre de árboles arrase la ciudad desde Bami a la plaza del Duque (que bien podía llamarse ya Tocón Square, dado el número de patéticos muñones de árboles talados que emergen del suelo como la mano del final de Carrie); pasando por la Avenida a la que –para peatonalizarla: ¡qué bestias!– le talaron sus grandes árboles, le pusieron a un lado unos naranjos de pega (falsos árboles de paso de misterio: un tronco en el que cada Semana Santa se pinchan ramas) que no crecen ni dan sombra y al otro lado… ¡arbolitos plantados en macetones! Esto en un inmenso espacio “enlosetao” –la Alfredostrasse o Torrijogrado con estética del Berlín Oriental o el Moscú de los años 50– de una ciudad que supera los 40º en verano; por lo que también podría llamarse Calcinación Avenue en atención a los sufridos viandantes que han de recorrerla.

Aunque sea difícil creerlo los secta-progresistas sevillanos encuentran acogedora la Avenida, frondosa la Alameda y bella la Encarnación; no ven los tocones, no sienten el sol abrasador cuando recorren la Avenida y no se sobrecogen al ver tantas anchas calles sevillanas recién reformadas –José Laguillo, por ejemplo– abrasadora y deprimentemente convertidas en desiertos de asfalto sin un solo árbol. Por el contrario, como desde el Ayuntamiento les han dado la consigna de que “Sevilla se consolida con la mejor relación árboles por habitantes de España”, ven una vegetación lujuriosa y unas verdes sombras refrescantes. Es una forma de triunfo del “doblepensar” de 1984 de Orwell: la capacidad de adaptar la realidad a la doctrina del Partido.

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