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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

La esquina

josé / aguilar

Lo que hubo el domingo

HA pasado ya una semana y no hay manera de que se moderen y maticen las interpretaciones reduccionistas, las extrapolaciones mecánicas y las lecturas ilógicas de las elecciones del 25-M. Todas ellas con un denominador común: las elecciones han traído un auténtico seísmo a la política española. No será para tanto.

Periodistas urgidos a pronunciarse, contertulios propensos a dogmatizar y analistas de cabeza caliente han coincidido en repetir los signos del terremoto: el bipartidismo ha muerto, el éxito de Podemos marca un antes y un después en la política nacional, el sistema democrático necesita ser refundado y en Cataluña se consolida el independentismo. Entre otras deducciones apocalípticas basadas en premisas falsas o no suficientemente verificadas...

Yo creo que los comicios han sido un serio aviso a los partidos básicos de la democracia española (PP y PSOE, pero también IU), de los que sólo el segundo se ha dado por enterado de modo, ciertamente, dramático. La gente les ha sacado tarjeta amarilla, que es a la vez sanción, advertencia y rechazo. Pero nada más. Ni el bipartidismo se ha acabado para siempre, ni el sistema democrático precisa de un nuevo proceso constituyente -aunque sí de reformas y cambios profundos-, ni Podemos tiene garantizado un protagonismo permanente en la escena española -sólo en Bruselas y Estrasburgo, de momento, y si se integra en un grupo mayor- ni en Cataluña ha triunfado el secesionismo (¡Si ha votado menos de la mitad del censo!).

Digámoslo una vez más. El domingo se elegían 54 diputados al Parlamento Europeo. Sólo eso. Unas elecciones singulares: con una baja participación, en las que se moviliza sólo el votante más activo y concienciado, a las que la ciudadanía da una importancia relativa, que permiten a muchos castigar sin consecuencias al partido que habitualmente prefieren y regidas por el distrito nacional único, que hace que casi todos los partidos pequeños vean reflejados sus votos en escaños (lo que no ocurre ni en el Congreso ni en el Senado), y realizadas cuando las elecciones generales están lejos. Año y medio lejos.

En fin, eran unas elecciones ideales para vehicular el malestar y la desafección, que no creo que desaparezcan en próximas oportunidades, pero sí se matizarán con otras consideraciones. En mayo de 2015 habrá elecciones municipales. Esas sí que serán clarificadoras y marcarán tendencia.

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