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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Economía para principiantes

Fede Durán

El drama del 43%

ESPAÑA ha decidido cargarse su moderna versión del panem et circenses por la muy loable vía del impuesto redoblado al rico, en este caso futbolista y extranjero, feliz contribuyente al 24% en términos de IRPF cuando concurrían determinadas condiciones (un sueldo superior a 600.000 euros anuales, menos de diez años de residencia en el país). La idea es elevar el tipo al 43% desde el 1 de enero, aunque con un montón de algodones, porque quienes tengan contrato en vigor gozarán de un periodo de gracia de un lustro.

Hasta aquí la teoría. Por desgracia, la práctica siempre es más compleja y tramposa. La Liga de Fútbol Profesional (LFP) amenaza con un parón. A la mierda el circo. Y, con él, el precario espíritu colectivo de este país. Dicen que la competición se devaluará, que los cracks preferirán otros clubs. ¿Qué pasa, que ahora Alemania aprovechará el cambio legal español para perdonar a los fubtolistas su tipo máximo del 45%? ¿Sucumbirá el 30% italiano? ¿El 40% francés o el 30% holandés? ¿Renunciará Inglaterra a su proyecto de ampliación del tope del 40% al 50%?

Ya conocemos los matices de esta historia: Aznar se inventó una ley para atraer talentos foráneos de todos los ámbitos sin que la pasta pudiera convertirse en un impedimento. Como científicos y artistas vinieron (y vienen) pocos, pronto se concluyó que el leitmotiv era puramente futbolero. Lo que nadie del gremio tuvo (ni tiene) en cuenta es que el talentoso delantero nacional sí que paga como cualquier otro contribuyente del tramo alto de la vida.

Y hay más. Aunque la deuda fiscal es personal e intransferible, aunque el Tribunal Supremo considera nulos los pactos de retribución neta de altos directivos (¿lo son Cristiano y Messi en su oficio estelar?)... equipos y jugadores pactan cantidades en neto, de manera que son los primeros los que asumen finalmente la factura fiscal. Como reflexionaba hace días un gran catedrático, "quizás no se trate de un problema de legalidad -los deportistas se someten a una normativa laboral específica-, pero sí existen inconvenientes desde una doble perspectiva equitativa y comercial".

Mi opinión, mucho más ordinaria y radicalmente diletante, es que no está la sociedad para privilegios. Un futbolista debe equipararse, progresiva e inevitablemente, al común de los mortales no ya en términos salariales sino de ausencia de excepciones, amnistías y demás carantoñas. Cualquier peón desearía estar en sus atléticos pellejos: pagar un 43% de IRPF ganando 12 millones al año (es el caso del pequeño gran Leo) no es precisamente un dramón.

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