DESCABALGADO de un liderazgo que parecía eterno, el Barcelona llega a Nervión viviendo su peor racha en mucho tiempo. Mala racha de resultados y también de juego que dan pie a la esperanza de que pueda el Sevilla romper lo que también puede calificarse de mala racha tras haber hecho un solo punto de los nueve últimos. Por tanto, colisión de dos equipos que no viven sus mejores días, pero colisión de alto standing, sin duda.

Será un Barcelona sin una de sus grandes estrellas, el brasileño Neymar, y con un Messi que anda en la tarea de recuperar su identidad, perdida hasta el punto de haber tornado su rol de verdugo por el de asistente, principalmente el de asistente. Circunstancias que llevan a clarificar por qué el Barça agarró sólo cinco de los últimos doce que litigó lejos del Camp Nou. Y es que todo empezó en una húmeda noche del diciembre bilbaíno cayendo ante los de Valverde.

Pero quizá sus tribulaciones arrancasen aquella noche de Heliópolis en que el mejor futbolista del mundo se echó mano a uno de sus muslos. Pudo ser ahí cuando al Tata se le comenzó a atascar la maquinaria, pues la marcha ya no siguió con aquel deslumbrante paso de oca que lo hacía irresistible. Ya no es líder y hasta el tercero de la tabla lo igualó, ¿pero estas circunstancias son suficientes como para tranquilizar al Sevilla, ese anfitrión también lleno de dudas?

Son elucubraciones más o menos lógicas al calor de lo que fue un partidazo desde que la Liga es Liga. Un Sevilla-Barça es plato para gustos exquisitos y no tiene por qué dejar de serlo por muy mal dadas que vengan. Es otra prueba del nueve para ese Unai Emery tan dado a los dientes de sierra. Y ya que estamos metidos en el pantanoso terreno de las irregularidades, ¿por qué no puede aparecer el Sevilla en su versión positiva y amargar al Barça? Por qué no, a ver...