Estamos ya inmersos en la tremenda pelea que todo el año mantienen los vientos, pelea que en el verano alcanza su plenitud. Es como el minuto de oro televisivo que se va a la estratosfera en cualquier tanda de penaltis. La lucha virulenta del poniente contra el levante es la primera duda que nos acarrea cada mañana y ahora parece que se impone el último, ese levante en el mar y solano tierra adentro que nos achicharra. Afortunadamente, el pavoroso drama de las noches de insomnio, pulverizada la barrera del sueño, aún no se ha mostrado en plenitud y podemos dormir sin la ayuda de la técnica. A ver cuánto dura la benignidad nocturna, vamos a ver si el levante se apiada de nosotros y tenemos la noche en paz. Por lo pronto, esta ventana ha huido de la ciudad y se abrirá por unos días al verdor de la Sierra en previsión de que el duelo eólico acabe de mala manera.
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