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La ventana

Luis Carlos Peris

El duende revoloteó y cayó a plomo

EMPEZARON hablándose de usted y se abrazaron a la noche compenetrados y poniendo a la gente en pie. Juan el Lebrijano y Pepe Luis en un mano a mano que rompió en simbiosis para el recuerdo. Un auditorio lleno para que todas las previsiones se quedasen cortas en una velada para el recuerdo. El cante y el toreo fundidos como lo que son, dos ramas del arte que van cogidas de la mano. El enciclopedismo del hijo de la Perrata, ese que modeló Pastora en su bar de la Campana, junto a la naturalidad del torero más natural y que aprovechó para sacar una bella veta poética. Adobó Juan su presencia con el cante y se confesó Pepe Luis más flamenco que torero "porque al que no le guste el cante no puede torear bien". Ocurrió todo en una noche donde el duende revoloteó con tanta insistencia sobre su vertical que acabó desparramado por entre las butacas.

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