SÓLO faltaría que, otro año más, la Liga empezase con retraso a causa de una huelga. Sería un paro empresarial motivado por la forma en que se programan los partidos por una Liga deleznablemente representada. Vaya usted a San Sebastián y pregunte por José Luis Astiazarán y verá qué concepto tienen allí del personaje, que no mandó a la Real a la tumba porque llegaron a tiempo de quitársela de las manos. Es la cabeza visible de la Liga, pero no quiere decir con ello que su influencia sea decisiva. El hombre figura, pero prefiere viajar y vivir que laborar, que para eso está su mano derecha, e izquierda, el nefasto Javier Tebas.

Enrique Cerezo, el presidente del club más perjudicado por la primera oleada de horarios y hombre poco dado a las declaraciones tremendistas, ha sido muy claro y tajante a la hora de definir a estos personajes y hasta deja entrever que la huelga no es descartable. No creo que esa huelga o, mejor dicho, paro empresarial sea lo más adecuado para arreglar el desaguisado. Ni la situación del país ni el ánimo de la gente forman el escenario idóneo para que el fútbol pare. Si ya hubo una fuerte contestación popular a la más que justificada huelga de futbolistas por los compañeros que no cobraban, lo de ahora sería como un torpedo en la línea de flotación del fútbol.

Personalmente creo que la solución es bien sencilla y está en manos de los clubes, que son los presuntos jefes de esos dos ineptos. Esto de que el dúo de marras está puesto ahí por los que componen la Liga, los clubes, no debe echarse en saco roto. Y vistas las cosas de aquesta guisa, la solución no es otra que expulsar a ambos individuos de la Liga, entre otras cosas para adelantarse a que sean ellos los que acaben con la Liga a fuerza de caprichos. Defenestrar a José Luis Astiazarán y a Javier Tebas debería ser una medida urgente y nada complicada si no fuese por lo que tengan a bien opinar Madrid y Barça, los verdaderos dueños y señores de nuestro fútbol.