Llegará el día en que un torero se niegue en redondo a que lo saquen en hombros por la puerta grande de cualquiera de las plazas que conforman el circuito. Lo de más cornás da el hambre que Larry Collins y Dominique Lapierre le endosaron al Cordobés se queda en pañales a la vera de lo que supone salir en hombros y llegará una tarde en la que ese costalero que promociona el santanderino Palacio del Mar tenga que volverse a casa sin el jornal. ¿Ha visto usted con la saña que le destrozaban el vestido a José Tomás tras su apoteosis granadina? Y un servidor que vio cómo a Curro lo llevaban hasta el hotel Colón la tarde gloriosa de los urquijos sin que nadie le rozase un alamar ve horrorizado el asalto de esas turbas maleducadas que no sólo destrozan el chispeante, sino que cualquier día le sacan el brazo de su sitio al torero de turno. Qué horror de modas las que vivimos.