El poliedro

La economía está 'in'

La centralidad de la información económica no es más que un síntoma de los tiempos de crisis

USTED lee esta columna en una sección de Economía de un periódico generalista. Probablemente es usted consciente de que, en este sentido, forma parte de una minoría. Las secciones económicas de los periódicos (españoles) y los periódicos salmón son cosa de pocos, que en su conjunto pueden considerarse "gente influyente". Ése es hasta ahora el perfil del lector de las páginas económicas por estos pagos. En Gran Bretaña, por ejemplo, se leen masivamente los tabloides con algo sobre Madeleine en la portada y la foto sexy de marras en la contraportada aunque, al mismo tiempo, sus índices de lectura económica son muy superiores a los nuestros. No sólo acuden a estas secciones gente de a pie sin inversiones en Bolsa ni empresa propia, sino que hay periódicos de amplísima difusión que, directamente, se imprimen en color salmón, y se ven plegados en las manos de muchas personas "normales" que viajan en los vagones de metro o en los rojos autobuses double-decker. En Argentina, por otros motivos -básicamente, "el corralito" y los múltiples antecedentes de naufragios financieros y monetarios allí acaecidos-, el pueblo llano tiene una cultura económica más que apreciable, más allá de la proverbial elocuencia del argentino para cualquier tema de conversación. A la fuerza ahorcan. Pues bien, en España hay síntomas más que suficientes para afirmar que, cuanto más negro es el horizonte económico, más importancia está cobrando la noticia correlativa. Superados los parciales del euríbor, la inflación, la hipoteca y el BCE, la deslocalización, el precio del Brent, el nada rasante vuelo del IPC, el TAE y la base imponible, los españoles preparamos el segundo examen, y queremos saber -con la vehemencia de Mercedes Milá- qué son las subprime, qué es el ciclo económico, por qué hay crisis, qué es la competitividad, o qué son los derivados, las securities y las monolines. Wikipedia ayuda, pero las cosas no se asimilan de un pantallazo de la red a otro.

De hecho, periódicos como El País reubican esta sección, que gana preponderancia, y otras secciones tradicionalmente reluctantes están cada vez más preñadas de entrevistas, columnas, datos, cifras y análisis sobre arcas y empresas municipales, intríngulis contables de los negocios y planeamientos inmobiliarios o caras emergentes del empresariado local. Malos tiempos para la Economía, buenos tiempos para la noticia económica. El magnate de la prensa USA W.R. Hearst lo tenía claro: "No hay mejor noticia que una mala noticia". Y más si afecta a mi piso de la playa -ése seguro de mi jubilación-, a mi capacidad de seguir conociendo remotos mundos con los amigos y a si voy a Hipercor o a Lidl, a la renovación de mi todoterreno o, directamente, a mi empleo.

Uno de los aspectos más apetitosos de toda esta "inflación" informativa es la eclosión del pronóstico: una auténtica locura. Estados Unidos entrará en recesión en doce, cinco meses, o no entrará; la crisis está aquí para quedarse, y lo peor ha pasado/está por venir, y saldremos de ella en tres/cinco/diez años; la fase depresiva del ciclo será la más larga de la historia moderna/será una gripe pasajera y cambiará/no cambiará la relación de fuerzas en el mundo de manera definitivaý o todo lo contrario... y también dos huevos duros. Vamos al vaticinio, señoras y señores, que es gratis. Es curioso que, en la mayoría de estas previsiones no se aduce argumento de peso alguno (que, como es lógico, no podría ser otra cosa que un complejo escenario "contingente", o sea, incierto). Tiendo a pensar que ni Soros, ni de The Economist (cuyos análisis y predicciones no suelen caer en el exceso, y sí en el uso del dato), ni Bernanke, ni Krugman, ni mucho menos Solbes y Pizarro (ambos sostienen una dura pugna contra la realidad en estos momentos preelectorales) son capaces de explicar con fundamento qué va pasar. Mientras, esta puja en falsete es tan entretenida como alimenticia para los medios.

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