palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Las edades

ELENA Salgado ya es consejera de una empresa filial de Endesa. La pátina 15-M que el PSOE suele agregar en campaña al programa vuelve a transparentar el cartonaje. Tiene 62 años. Preciso la edad porque, según el Eurobarómetro, es un dato esencial para encontrar empleo. Para los inmortales no. La edad es el motivo de discriminación más importante para acceder a un trabajo después de la raza. Si no es por negro es por viejo. Y si a la negritud sumas la vejez es mejor que te suicides. En la higiénica Europa siempre habrá un camillero con un surtido de guantes profilácticos para recoger tu cadáver.

Nada menos que seis de cada diez demandantes reconocen haber sido rechazados por viejos, por acabados, por incapaces para remontar el vuelo de la edad. Viejo, como puede imaginar el lector, es un adjetivo muy flexible. En realidad, en estas confusas circunstancias, cualquier edad es ambigua, incluida la niñez, esa fábula de fuentes. En una información publicada por El Mundo, el presidente de la Unión Democrática de Pensionistas, José Alberto Álvarez, reconoce que "cada vez hay más tendencia a considerar viejos en el entorno laboral a los mayores de 45 años". Es decir, la frontera para negar un empleo por decrepitud cae más o menos cuando la mayoría dobla la mitad de la esperanza de vida. En España el número de personas mayores de 45 años sin empleo se ha multiplicado por tres, y de ellos un 17,5% lleva sin trabajar desde hace más de dos años.

Siendo una situación dramática le falta un complemento: el de la juventud. Ahora que se habla por todos lados de la generación perdida, hemos aceptado que hasta los 35 años más o menos no se logra (con suerte) un empleo estable. Eso nos lleva a reducir la plenitud laboral a un periodo teórico de diez años. Pero no conviene tirar cohetes por esa década (entre la impericia de la juventud y la incapacidad de la vejez) que reserva el mercado laboral a quienes aspiran a trabajar. No es conveniente porque nos topamos con la reforma laboral, que lejos de ser, como creen los ingenuos o repiten los cínicos, un sacrificio temporal en aras del déficit es un cambio con voluntad de permanencia. Así lo han insinuado los jefes de la CEOE, que hacen votos por un trabajo precario, con indemnizaciones y sueldos de risa, despidos procedentes, etcétera. Todo ello escrito por los siglos de los siglos en las constituciones de cada país. Y si alguno pretende protestar por la precariedad del contrato basura juvenil, la dureza de la reforma durante la breve madurez y el repentino ingreso en la vejez laboral le dirán que el 11 de marzo es día de luto nacional. Igual que el 16 de marzo: fue cuando Nabucodonosor aplastó la revuelta de Judá. O el 2 de diciembre por la derrota de Austerlitz. ¡Efemérides!

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