En tránsito

eduardo / jordá

M editación de fin de año

EN la calle veo a un grupo de vagabundos que han montado un tenderete improvisado de libros viejos. Entre los vagabundos hay una mujer que a veces hace gestos obscenos a los transeúntes, y todo el grupo tiene un aire antiguo, como de mendigos salidos de la Viridiana de Buñuel. Me detengo a mirar los libros que han colocado sobre una manta. Veo libros de Danielle Steel con títulos cursilones que hablan de besos y de estrellas, y luego, en una colección de clásicos, me encuentro a Platón y a Montaigne y a Nietzsche. También me encuentro un libro llamado El camino de Jesús, que no sé si es un estudio sobre el cristianismo o uno de esos manuales de auto-ayuda que ahora camuflan sus supercherías con vagas ideas cristianas.

Pero lo que me interesa son esos libros de Platón y Montaigne y Nietzsche. Toda nuestra civilización, toda nuestra cultura, están resumidas en esos títulos que abarcan dos mil años de pensamiento. Ahora bien, uno ve esos libros al lado de los vagabundos y de pronto imagina que ya no contienen ni un gramo de la sabiduría que todos les atribuimos. ¿De qué sirven ahí? ¿Y qué sentido tienen? Y peor aún, ¿qué efecto podrían tener en esos vagabundos, suponiendo que ellos pudieran leer esos libros o estuvieran en condiciones de apreciar lo que dicen? Porque esos libros encierran todo lo que hemos aprendido sobre el ser humano a lo largo de siglos y siglos, pero me pregunto si todo eso les serviría de algo a esos vagabundos que quizá no eran vagabundos hace sólo cinco años, sino padres de familia, o empleados eficientes de una empresa próspera, o personas que creían que todo les iba a ir bien en la vida porque hasta entonces todo les había ido bien.

Esos libros, ¿podrían explicarles a esos vagabundos cómo habían llegado hasta aquella esquina? ¿Y por qué les había pasado lo que les había pasado? ¿Y habría algo en esos libros que les pudieran ayudar a entender su situación? ¿Podrían explicarles la extraña carambola vital que los había llevado a montar un tenderete de libros viejos que nadie les compraba? ¿Había alguna respuesta a estas preguntas entre todas esas páginas? ¿La tenía Platón, que tanto sabía del alma humana? ¿O la tendría Montaigne, que no paró de pensar ni un segundo sobre el sentido de la vida? Y ¿qué podría decir Nietzsche, el hombre que se abrazó un día, llorando, a un caballo azotado por un cochero?

Éstas son las preguntas que me hago hoy, cuando termina el año y todos nos disponemos a celebrar la Nochevieja.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios