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Confabulario

Manuel Gregorio González

P edro y el ayer

EN el debate a cuatro, cada uno hizo lo que supo: Rivera estuvo serio y agresivo; Iglesias, moderado y cauto; Rajoy, entre profesoral y antiguo ("mil veces ciento, cien mil"), en tanto que Sánchez se desvaneció en una letanía de agravios por la ocasión perdida. Es de suponer que este eslogan de Pedro Sánchez es fruto de sus consejeros de campaña, que le han inducido a presentar su investidura -el fracaso de su investidura- como un conjuro eficaz contra Podemos. Lo cual parece, no sólo razonable, sino necesario para sus intereses. Y sin embargo, recordar con tanta insistencia aquella coalición malograda no resulta, quizá, el camino óptimo hacia la victoria. Mientras Rajoy hablaba del empleo futuro, mientras Iglesias se postulaba como juicioso europeísta, mientras Rivera, en fin, ondeaba el viejo confalón del krausismo, con la mirada trémula del visionario, el señor Sánchez apenas habló de otra cosa que de "su investidura". Y dentro de "su investidura", de su discurso, de sus propuestas y de otros temas laterales que remitían a lo mismo. Vale decir, al ayer. Vale decir, a una España ida.

Si esto fue meditado, o sólo fruto de la imprevisión o la inercia, es algo que no podemos determinar. Sí podemos inferir, en cualquier caso, que la llaga de la investidura prevaleció en el señor Sánchez sobre su programa electoral y sobre sus previsiones futuras. El señor Rajoy utilizó su "España crece" en todas las variantes posibles, hasta que quedó claro que quiere colocarnos de inmediato. El señor Rivera se guareció en la limpieza de su formación y en la igualdad entre españoles de un modo neto y eficaz. Y el señor Iglesias estabuló sus viejas aspiraciones para presentarse ante la audiencia como el Gran Mariscal, humilde pero inflexible, de la social-democracia. ¿Y qué hizo el señor Sánchez? En lugar de amonedar los temas propios de su partido, en lugar de insistir en las numerosas deficiencias del país, en lugar de explicarnos su misteriosa propuesta de federalismo, Sánchez se puso becqueriano y recordó que "cual hoy por ayer, por hoy mañana, volveremos los dos a suspirar".

De esto cabe deducir que el candidato Sánchez se ve ya como perdedor -como perdedor decisivo, pero perdedor-, y quiere salvar, de algún modo, su limpia ejecutoria. Con ese proceder, sin embargo, el PSOE no hará sino aumentar el tamaño de su desesperanza. Con lo cual, si hay un político que hoy puede decir la verdad, y aventurarse en ella hasta las heces, ese hombre es el candidato Pedro Sánchez.

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