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Editorial

Las elecciones son la solución, no el problema

EL presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, dejó ayer claro -por si había alguien que aún lo dudase- la imposibilidad de una gran coalición entre PP y PSOE que evite unas nuevas elecciones. Mientras Felipe VI recibía al presidente de las Cortes, Patxi López, para iniciar la que ya es la tercera ronda de consultas desde el pasado 20-D, el líder popular adelantaba a los medios de comunicación que le iba a comunicar al Rey que no tenía los apoyos necesarios para su investidura como presidente del Gobierno, ya que Pedro Sánchez no quería siquiera sentarse a hablar con él. Al igual que el líder popular, el resto de líderes políticos, incluyendo al socialista Pedro Sánchez, han lanzado en los últimos días mensajes cuya última intención es dejar claro a la sociedad española que han intentado hasta el último aliento llegar a acuerdos para formar gobierno y que, por lo tanto, no son responsables de la nueva convocatoria electoral. Sin embargo, si tenemos en cuenta que la única opción viable y lógica era la de un acuerdo entre el PP y el PSOE y que éste ha sido imposible por la pasividad de Rajoy y la obcecación de Sánchez en el pacto de izquierdas, no nos será muy difícil saber a quién hay que dirigir los reproches.

Ahora bien, una vez que parece claro que la convocatoria de elecciones el 26 de junio es inevitable, hay que desdramatizar la situación. Las elecciones son la solución, no el problema; la piedra angular de cualquier régimen democrático y el momento cumbre en la vida política y social de una nación. Si los políticos no han sido capaces de llegar a un acuerdo tendrán que ser los ciudadanos los que, a la luz de los últimos datos, tomen una decisión para sacar al país del atolladero.

Esto no significa que no debamos de extraer algunas enseñanzas de lo que ha pasado durante estos cuatro meses. La primera y más importante es que parece necesario reformar y aligerar los mecanismos contemplados por la Constitución para la propuesta del Monarca de un candidato que se someta al debate de investidura. El mundo de 1978 era muy distinto al actual, en el que los plazos se han acortado enormemente debido, sobre todo, a las nuevas tecnologías de la comunicación. Todo este tiempo que se ha perdido para volver a la posición de salida del 20-D nos lo podríamos haber ahorrado con procedimientos más ágiles y realistas. El fracaso de las pasadas elecciones no puede ser en vano y debe servirnos para madurar como sistema y sociedad.

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